
2,1 hijos
En este podcast exploramos uno de los cambios más profundos y silenciosos que están transformando nuestras sociedades: el declive demográfico.
¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro?
Un podcast de Jorge Calero.
Podéis escribir, con sugerencias o comentarios, al email: 2.1hijos@gmail.com.
X (Twitter): @podcast21hijos
2,1 hijos
Canadá: inmigración masiva y multiculturalidad
Canadá: tiene la tasa más alta de inmigración entre los países desarrollados. Además, selecciona un tipo de inmigración más cualificada que el resto de países. Desde 1967 la respuesta que ha dado Canadá a la caída de la natalidad y al envejecimiento es la más favorable a una inmigración masiva, pero controlada en cuanto a la cualificación de los que llegan. Por poner un ejemplo, Canadá es el único país en el que los resultados de PISA, la evaluación educativa para los alumnos de 15 años, son mejores para los hijos de inmigrantes que para los hijos de los nacionales.
Estas políticas migratorias tan extremas están cambiando de forma radical la sociedad canadiense, con, actualmente, casi medio millón de inmigrantes que llegan cada año. Parte de las políticas migratorias consisten en el reconocimiento institucional de las múltiples culturas de los que llegan. Es un multiculturalismo que supone riesgos para la cohesión social y, también, la generacional. Veremos en este episodio qué está sucediendo en Canadá, qué consecuencias sociales tiene y qué oposición política tienen las políticas migratorias. Veremos que una característica de este proceso es que rejuvenece la población, pero no mejora sustancialmente la tasa de fecundidad, por lo que la entrada de inmigrantes deberá ser continua en los próximos años si se quiere seguir conteniendo el envejecimiento de la población.
Y, en Miradas sobre el declive, comentaré un informe de la OCDE titulado "Cómo mejorar la productividad y el crecimiento en una sociedad que envejece".
Referencias
André, C., Gal, P., & Schief, M. (2024). Enhancing productivity and growth in an ageing society: Key mechanisms and policy options (OECD Economics Department Working Paper No. 1807). OECD Publishing. https://doi.org/10.1787/605b0787-en
En este podcast exploro uno de los cambios más profundos y silenciosos que nos están afectando: el declive demográfico. ¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro? Bienvenidos a 2,1 hijos. Yo soy Jorge Calero.
Vamos con un nuevo episodio, que se llama “Canadá: inmigración masiva y multiculturalidad”. Canadá: tiene la tasa más alta de inmigración entre los países desarrollados. Además, selecciona un tipo de inmigración más cualificada que el resto de países. Desde 1967 la respuesta que ha dado Canadá a la caída de la natalidad y al envejecimiento es la más favorable a una inmigración masiva, pero controlada en cuanto a la cualificación de los que llegan. Por poner un ejemplo, Canadá es el único país en el que los resultados de PISA, la evaluación educativa para los alumnos de 15 años, son mejores para los hijos de inmigrantes que para los hijos de los nacionales.
Estas políticas migratorias tan extremas están cambiando de forma radical la sociedad canadiense, con, actualmente, casi medio millón de inmigrantes que llegan cada año. Parte de las políticas migratorias consisten en el reconocimiento institucional de las múltiples culturas de los que llegan. Es un multiculturalismo que supone riesgos para la cohesión social y, también, la generacional. Veremos en este episodio qué está sucediendo en Canadá, qué consecuencias sociales tiene y qué oposición política tienen las políticas migratorias. Veremos que una característica de este proceso es que rejuvenece la población, pero no mejora sustancialmente la tasa de fecundidad, por lo que la entrada de inmigrantes deberá ser continua en los próximos años si se quiere seguir conteniendo el envejecimiento de la población.
Desde el siglo XVIII, Canadá fue un destino para diversas olas migratorias, motivadas por conflictos, oportunidades económicas y cambios políticos. Las primeras grandes llegadas provinieron de Europa: franceses y británicos fueron los colonizadores iniciales. Cuando las Trece Colonias se independizaron y formaron los Estados Unidos, llegaron a Canadá, especialmente a Ontario, unos 40 o 50.000 “lealistas”, que estaban siendo perseguidos, expropiados o marginados.
Durante el siglo XIX y principios del XX, el crecimiento del ferrocarril, la apertura del oeste canadiense y el desarrollo económico atrajo a millones de inmigrantes europeos: irlandeses, escoceses, alemanes, ucranianos, polacos e italianos llegaron en masa, poblando las praderas y las nuevas ciudades. A estos se sumaron comunidades de chinos y japoneses, muchos de ellos trabajadores del ferrocarril o de industrias costeras. Los inmigrantes asiáticos no siempre fueron bienvenidos. El sistema migratorio de Canadá priorizaba la procedencia étnica y geográfica, favoreciendo a inmigrantes europeos, y discriminando abiertamente a personas de Asia, África o el Caribe.
Durante la década de 1960 Canadá tiene una tasa de fecundidad igual a la de Estados Unidos y algo más alta que la europea, desplomándose en esos años hasta alcanzar un valor inferior a 2,1 en 1972, justo también como en Estados Unidos y la media de la Unión Europea. 1967 será un punto de inflexión. En 1967 se empieza a aplicar el sistema de puntos para la entrada de inmigrantes. Fue impulsado por el gobierno liberal de Lester B. Pearson. El sistema eliminaba criterios raciales y los sustituía por criterios técnicos y profesionales. La reforma supuso dos cosas: entraban más inmigrantes y los inmigrantes que entraron eran más cualificados que los que llegaban a otras países. Entraban más inmigrantes porque, aunque el sistema de puntos no estableció cuotas, al eliminar restricciones por raza se amplió el grupo de seleccionables.
La oposición más fuerte a la reforma vino de dos flancos: por una parte, los partidos conservadores y, por otra, gobiernos provinciales (como Ontario, Quebec, Manitoba) que temían perder el control de las políticas laborales y sociales ante el gobierno federal.
Con el nuevo sistema de puntos instaurado en 1967, los inmigrantes potenciales empezaron a ser evaluados según criterios relativos a la educación, dominio del idioma, experiencia laboral, adaptabilidad y, también, en función de la demanda de fuerza de trabajo que existiera en sectores específicos. Esto abrió las puertas a grandes flujos de trabajadores procedentes de Asia, África, América Latina y el Caribe, fomentando un modelo multicultural. Fue un cambio radical, también porque la inmigración pasó a definirse con criterios económicos, perdiendo peso la reunificación familiar.
Con el nuevo sistema el número de inmigrante no dejó de crecer. En 1966 entraron unos 150.000 inmigrantes, en los años 70 la media fue de unos 175.000 anuales (a pesar de la crisis económica), y en los 90 ya superaba los 225.000, con picos por encima de 250.000. Sobre una población total de unos 27 millones de personas, en esos años 90, esos flujos suponen en torno al 0,8% anual, que es muchísimo. Desde entonces, en los últimos treinta años, se ha seguido manteniendo e incluso aumentando ese ritmo. En 2024, que es el último dato disponible, Canadá admitió a 480.000 residentes permanentes, la cifra más alta registrada, sobre una población de 40 millones. Eso supone un 1,2%, cifra que se ha decidido moderar para 2025.
Según el censo de 2021, el 23 % de la población canadiense era inmigrante —unos 8,4 millones de personas—. Hoy, los inmigrantes proceden mayoritariamente de Asia. Los principales países de origen son la India (10,7 % y subiendo), Filipinas (8,6 %) y China (8,6 %), seguidos por Reino Unido (5,6 %), EE. UU. (3,1 %) y Pakistán (2,8 %). Además, tres cuartas partes de los inmigrantes residen en grandes áreas metropolitanas: Toronto, Vancouver y Calgary, con Toronto alcanzando un 47 % de población inmigrante, Vancouver un 42 %.
Montreal, por otra parte, tiene sólo un 24,3 %. No es casualidad esta cifra considerablemente más baja para Montreal. Bajo el Acuerdo Canadá–Quebec (firmado en 1991), la provincia elige sus propios inmigrantes según criterios distintos a los del gobierno federal. Quebec emite, entre los inmigrantes potenciales, lo que se llama Certificado de Selección de Quebec. La provincia representa el 15 % de las llegadas recientes, cuando la población de Quebec es el 22% de la población de Canadá. El 44 % de los inmigrantes van a Ontario y el 15 % a la Columbia Británica. El origen de los inmigrantes de Quebec es también diferente al de otras provincias de Canadá: los principales países de origen son Francia (7,7 %), Haití (7,1 %), Argelia (6,0 %), Marruecos (5,7 %) y China (4,3 %). A diferencia de otras provincias, Quebec acoge a una proporción mucho menor de inmigrantes del sur y sureste asiático, lo que refleja su estrategia de inmigración francófona.
Otro hito en la política sobre la inmigración en Canadá es la aprobación de la Ley del Multiculturalismo. Esta ley se aprobó en 1988. En ella se establece que Canadá es un país formado por personas de orígenes diversos, y que esa diversidad debe protegerse. La ley reconoce el derecho de todos los ciudadanos a mantener su cultura original, su idioma y sus tradiciones, siempre dentro del respeto a los valores comunes canadienses. En 1971 el gobierno de Trudeau padre había declarado oficialmente el multiculturalismo como política nacional. La ley de 1988 le dio un marco legal adicional y más herramientas para aplicarlo. Desde entonces se ha aplicado sobre todo en el ámbito federal: se apoyan medios de comunicación en distintos idiomas, se promueven programas educativos y se apoyan tradiciones de diferentes grupos étnicos. Eso sí, su aplicación varía según la provincia, y no faltan críticas: algunos piensan que ayuda a la convivencia, mientras que otros creen que dificulta la integración real y oculta ciertos conflictos sociales.
La integración laboral de los inmigrantes en Canadá ha mejorado, pero todavía hay diferencias importantes. En 2024, la tasa de empleo de los inmigrantes recientes de entre 25 y 54 años era del 75,7 %, frente al 82,2 % de los nacidos en Canadá. La tasa de desempleo también seguía siendo más alta: 12,6% para los inmigrantes recién llegados y 6,3% para los inmigrantes ya establecidos, después de 5 años de residencia, frente a 5,6% de las personas que provienen de familias no inmigrantes.
Uno de los problemas más importantes de la inmigración en Canadá es la sobreeducación. Aunque el 40 % de los inmigrantes recientes tiene formación universitaria, una parte considerable termina en empleos que no requieren estudios universitarios. En 2022, el 30% de los inmigrantes con título universitario trabajaba en ocupaciones que no exigían esa formación, mientras que entre los nacidos en Canadá la sobreeducación era del 15%, la mitad.
Además, algunos colectivos, como personas originarias de Filipinas, África subsahariana o América Latina, trabajan casi exclusivamente en sectores como la hostelería, la asistencia domiciliaria y la construcción, donde los salarios y la estabilidad laboral son inferiores. Estas diferencias no son solo el resultado de cualificaciones no reconocidas: diferentes estudios indican que existen barreras adicionales en la contratación, especialmente en los primeros años tras la llegada, y también discriminación por nombre o acento en procesos de selección. Aunque el sistema de puntos premia el capital humano, esto no siempre se traduce en igualdad de oportunidades en el mercado laboral.
En la actualidad la tasa global de fecundidad en Canadá es de 1,2 hijos por mujer (2022), el nivel más bajo registrado hasta el momento. Sabemos, por estudios de hace ya bastantes años (de hace unos 20 años) que las mujeres inmigrantes de primera generación tienen en Canadá una tasa de fecundidad ligeramente mayor que la tasa de las mujeres nacidas en Canadá. En aquel momento la tasa era de 1,8 para las inmigrantes de primera generación y 1,5 para las nacidas en Canadá. Para las inmigrantes de segunda generación no había ya prácticamente diferencia con las nacidas en Canadá. Lo cierto es que no he podido encontrar datos actualizados, y eso es muy significativo. He buscado por todas partes, en estudios, en los datos de Estadística Canadá, y no aparece desagregada la tasa de fecundidad en función del país de nacimiento, algo que en España y otros países europeos es fácil de encontrar. Quizás es una señal de cómo en Canadá se intenta, por motivos políticos, no diferenciar a los inmigrantes ni siquiera en las estadísticas.
En todo caso, esa diferencia modesta de hace unos años, entre 1,8 y 1,5, y el hecho de que en los últimos años, en medio de una gran oleada de inmigración, las tasas de fecundidad agregadas sigan bajando y se sitúen en 1,2, está apuntando a un fenómeno que creo merece la pena subrayar: la llegada de inmigración a Canadá mejora el capital humano y compensa las pérdidas de población activa derivadas del envejecimiento, pero no contribuye sustancialmente a elevar la tasa de fecundidad. Por así decirlo, la inmigración actuaría como una escopeta de un solo disparo: las mujeres inmigrantes llegan cada vez más de lugares donde la tasa de fecundidad ya es baja y, en todo caso, reducen inmediatamente su tasa de fecundidad. La tasa de fecundidad de sus hijas ya es indistinguible de la tasa de las hijas de madres nacidas en Canadá. Esto es algo que en buena medida se puede extrapolar a los países europeos. La inmigración, para que actúe en contra del envejecimiento de un país, debe plantearse como un fenómeno continuo, ya que no altera sustancialmente en el medio plazo la tasa de fecundidad. Un país que recibiera ahora inmigración y dejara de recibirla al cabo de cinco años se envejecería en los siguientes años, proporcionalmente, como si no hubiera recibido inmigración.
Las altas cifras de inmigrantes y el multiculturalismo, promovido desde los años 70 por el gobierno federal, ha traído consigo tensiones que se manifiestan en conflictos culturales y étnicos, problemas de integración social. Este multiculturalismo es más cuestionado políticamente en Quebec, donde los partidos nacionalistas defienden el “interculturalismo” y exigen a los inmigrantes acoger los valores y el idioma francés. Es el caso del partido actualmente en el poder en el gobierno de la provincia de Quebec, la Coalition Avenir Québec, nacionalista pero no independentista. El presidente de Quebec, de ese partido, François Legault, sostiene que “poner todas las culturas al mismo nivel” atenta contra la identidad quebequesa. Su gobierno ha aplicado recortes del 20 % en la inmigración a Quebec y propone imponer exámenes de francés y cultura a los inmigrantes, con riesgo de expulsión si no los superan.
A escala nacional, surgen también cuestionamientos sobre el creciente peso de las identidades étnicas de los grupos de inmigrantes. Se señala que los distintos grupos étnicos, religiosos o culturales viven cada vez más separados, tanto en lo geográfico (barrios distintos), como en lo social (escuelas, amistades, medios, costumbres), sin una integración real en una cultura cívica común. Cada vez hay más enclaves étnicos —en Toronto o Vancouver— donde predominan tradiciones, gastronomía y cultura propios, indios, por ejemplo, con una interacción reducida con el resto de la sociedad.
También ha habido episodios de tensión motivada por la religión, como el ataque terrorista en la Gran Mezquita de Quebec en 2017, con seis fallecidos, y recientes oleadas de islamofobia. Desde 2023 se ha registrado un repunte de delitos de odio contra musulmanes y contra sijs. Esta violencia ha intensificado el debate sobre la necesidad de definir (o no) “valores canadienses” comunes.
A nivel federal, para el conjunto de Canadá, las propuestas de los partidos se centran cada vez más en el debate sobre la inmigración. El Partido Popular de Canadá, de orientación ultraliberal en lo económico, conservadora en lo social y populista, aboga por reducir la inmigración a 150.000 personas al año (dejándolo muy por debajo de los niveles actuales), eliminar la Ley de Multiculturalismo, requerir entrevistas personales sobre valores y reforzar el control fronterizo en los puntos de entrada de inmigrantes no autorizados en la frontera con Estados Unidos. El Partido Conservador, de centro derecha, propone volver a los niveles anteriores al gobierno de Trudeau, de 2015 (unos 240.000 o 285.00 inmigrantes anuales), vincular los cupos de inmigración con la oferta de vivienda y también endurecer el control de fronteras. Tenemos, pues, una alineación política muy clara con respecto a la inmigración: en el centro izquierda, el Partido Liberal de Trudeau, defiende la llegada de inmigración en cifras altas y de una diversidad de países. En el centro derecha, el Partido Conservador defiende la llegada de inmigración de forma selectiva y controlada. Y en la derecha más dura, el Partido Popular de Canadá defiende una política de inmigración muy restrictiva.
Tras las elecciones federales de marzo de 2025, los liberales formaron un gobierno minoritario, manteniendo la inmigración cerca del 1% anual de la población (unas 400.000 personas en 2025), pero reciben presiones constantes de la oposición para bajar los niveles
En fin, Canadá, una sociedad que ha elegido la inmigración masiva, con una selección en función de las cualificaciones y que ha optado por la multiculturalidad, con los problemas que ello supone. En realidad, salvo por la selección en función de las cualificaciones, es un modelo que no se diferencia mucho de lo que pueden ser varios países europeos, incluida España, en cuatro o cinco años.
Y ahora, como siempre, una última sección del episodio: Miradas sobre el declive. Aquí hablo de un libro, artículo, película o documental que puede ayudarnos a entender mejor los temas que tratamos. En esta ocasión, voy a hablar de un informe de 2024 de la OCDE, titulado "Enhancing Productivity and Growth in an Ageing Society" —en español, "Cómo mejorar la productividad y el crecimiento en una sociedad que envejece".
La OCDE parte de un hecho innegable: en los países desarrollados estamos viviendo cada vez más años, y al mismo tiempo nacen menos niños. Esto ha creado un cambio enorme en la estructura demográfica: hay muchas más personas mayores y menos jóvenes. Y esto no es algo que se vaya a revertir, al menos en el corto y medio plazo.
Según el informe, este envejecimiento tiene un efecto directo sobre la economía. Porque reduce el tamaño de la población activa —es decir, la cantidad de personas que están trabajando o que podrían trabajar—, y eso impacta tanto en la producción como en el crecimiento económico a largo plazo.
Una de las cifras centrales del informe es esta: si no se toman medidas, el envejecimiento provocará una caída media del 8% en el PIB per cápita de los países de la OCDE de aquí al año 2050. Una caída únicamente provocada por el efecto directo de la reducción de la población activa.
Manteniendo fijas la productividad (PIB por trabajador) y la tasa de empleo por edad, una caída en la población activa se traduce directamente en una reducción del PIB per cápita de aproximadamente el 8 %. Una caída del 8% significa que, como sociedad, somos menos productivos, tenemos menos recursos y menos margen para sostener el estado del bienestar. Y, ojo, que en algunos países —como Japón, Corea del Sur, España o Italia— esta caída podría alcanzar incluso el 15 o el 20%. Es decir, un empobrecimiento sostenido si no reaccionamos a tiempo.
Pero hay otros factores que hacen que el envejecimiento provoque caídas de la productividad. La OCDE identifica varios de estos factores.
1) Por un lado, cuando la fuerza laboral envejece, pueden aparecer ciertas limitaciones: pérdida de habilidades físicas, menor actualización tecnológica o incluso problemas de salud.
2) Además, con menos jóvenes en el mercado, se reduce la innovación, la movilidad laboral, y también la presión para renovar métodos, procesos o ideas. Es decir: hay menos cambio, menos dinamismo.
3) El informe señala también que el envejecimiento lleva a un gasto público más concentrado en salud y pensiones, en lugar de en educación, innovación o infraestructuras.
El informe también plantea un escenario más optimista: si los mayores de 65 trabajan más, alineándose con el incremento de la esperanza de vida saludable, podrían mitigar más de la mitad de ese impacto negativo. Pero el 8% en cuestión corresponde al caso base sin ninguna mejora, es decir, con tasas de empleo por edad constantes.
¿Qué propone el informe de la OCDE? Distingue entre dos estrategias: mitigar y adaptarse.
Mitigar sería, por ejemplo, fomentar la natalidad. Pero eso no resuelve el problema a tiempo. Son medidas que tardan décadas en tener efecto (yo diría, si es que tiene algún efecto). Otra estrategia de mitigación es permitir la entrada de más inmigración.
La segunda estrategia sería la de adaptación: actuar sobre el presente, para lo que propone cosas como:
1. Prolongar la vida laboral, no de forma obligatoria, sino creando condiciones para que la gente mayor pueda y quiera seguir trabajando si lo desea.
2. Invertir en salud y entornos laborales adecuados, para que el trabajo sea una opción viable a edades más avanzadas.
3. Actualizar continuamente las competencias de los trabajadores, especialmente los mayores.
4. Combatir la discriminación por edad, el edadismo y fomentar una cultura empresarial donde convivan generaciones distintas, aprendiendo unas de otras.
5. Reformar las pensiones y los sistemas sanitarios, no solo para que sean sostenibles, sino también para que no penalicen a las nuevas generaciones.
6. Invertir en tecnología y capital. Es una de las propuestas más importantes del informe. Ante la caída de la fuerza laboral, hay que apostar por el capital físico: más inversión en robotización, automatización, inteligencia artificial, más tecnología en los procesos productivos, más infraestructuras modernas.
El envejecimiento es un fenómeno inevitable, pero sus consecuencias económicas no lo son. Si no se aplican reformas, lo que nos espera es una especie de empobrecimiento silencioso. Una sociedad donde se produce menos, se invierte menos, y se deja atrás a los más jóvenes. Sin embargo, actuando a tiempo, adaptando las políticas y las empresas, según el informe es posible mantener el crecimiento, la productividad… sin descuidar la equidad entre generaciones.
En los próximos episodios seguiremos explorando en profundidad las causas del declive de la natalidad, las consecuencias económicas y sociales del envejecimiento y las distintas respuestas que se han planteado, desde incentivos a la natalidad hasta reformas en el sistema de pensiones. También veremos casos concretos de países que han intentado revertir esta tendencia y debatiremos el papel de la inmigración en la dinámica demográfica. Si te interesa comprender cómo estos cambios afectarán nuestras vidas y al mundo en el que vivimos, puedes apretar el botón para seguir el podcast.
Ya sabéis, en las notas de descripción del podcast tenéis la dirección de correo por si queréis escribirme con cualquier comentario o sugerencia.
Nos escuchamos en el próximo episodio de 2,1 hijos. ¡Hasta entonces!
Referencias
André, C., Gal, P., & Schief, M. (2024). Enhancing productivity and growth in an ageing society: Key mechanisms and policy options (OECD Economics Department Working Paper No. 1807). OECD Publishing. https://doi.org/10.1787/605b0787-en