2,1 hijos

Los mayores votan en contra de los jóvenes

Jorge Calero Season 1 Episode 13

El envejecimiento de la población está transformando el panorama político. Los partidos políticos son conscientes del creciente peso electoral de los mayores, por lo que practicar el clientelismo para ganar votos es una tentación evidente. Un clientelismo que implica elevar gastos como las pensiones de jubilación o el gasto sanitario. Elevar estos gastos a costa de otros que pueden beneficiar más a los jóvenes, como la vivienda o la educación.

Pero ¿caen los partidos políticos en ese clientelismo? ¿Existe realmente ese sesgo en el gasto social? En este episodio veremos como las respuestas a estas preguntas son positivas y, especialmente, en el caso español. Veremos qué implicaciones tiene esto, sobre todo centrándonos en los casos de las pensiones de jubilación y de la deuda pública, y qué desigualdades entre generaciones está causando.

Referencias

Aspide, A., Brown, K. J., DiGiuseppe, M., Slaski, A. (2022) “Age and support for public debt reduction” European Journal of Political Research 62: 1191–1211, 2023

Morland, Paul (2002) Tomorrow's People: The Future of Humanity in Ten Numbers. Londres: PanMacmillan.

Winkler, Hernan. “How will ageing populations affect politics?” World Economic Forum – Agenda, 18 de junio de 2015.

https://www.weforum.org/stories/2015/06/how-will-ageing-populations-affect-politics/

En este podcast exploro uno de los cambios más profundos y silenciosos que nos están afectando: el declive demográfico. ¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro? Bienvenidos a 2,1 hijos. Yo soy Jorge Calero.

Vamos con un nuevo episodio, que se llama “Los mayores votan en contra de los jóvenes”. El envejecimiento de la población está transformando el panorama político. Los partidos políticos son conscientes del creciente peso electoral de los mayores, por lo que practicar el clientelismo para ganar votos es una tentación evidente. Un clientelismo que implica elevar gastos como las pensiones de jubilación o el gasto sanitario. Elevar estos gastos a costa de otros que pueden beneficiar más a los jóvenes, como la vivienda o la educación. Pero ¿caen los partidos políticos en ese clientelismo? ¿Existe realmente ese sesgo en el gasto social? En este episodio veremos como las respuestas a estas preguntas son positivas y, especialmente, en el caso español. Veremos qué implicaciones tiene esto, sobre todo centrándonos en el caso de las pensiones de jubilación, y qué desigualdades entre generaciones está causando.

Empecemos por lo primero: ¿qué votan los mayores? ¿hay alguna asociación entre edad y voto? Sí, la hay, y bastante fuerte. Pero tenemos que distinguir entre dos cosas: el efecto de la edad y el efecto de la cohorte. El efecto de la edad se refiere a los cambios en el comportamiento electoral que ocurren a lo largo de la vida de una persona: por ejemplo, puede que durante la juventud se voten posiciones políticas más radicales que en la madurez o en la vejez. En cambio, el efecto de cohorte se refiere a las diferencias entre generaciones nacidas en distintas épocas, marcadas por contextos históricos, económicos y culturales específicos. Por ejemplo, se sabe que las personas que tienen su infancia o juventud durante épocas de recesión tienen creencias muy diferentes sobre las políticas públicas, y en especial sobre las redistributivas, si las comparamos con las personas que crecen durante períodos de expansión económica.

Hay algunos estudios que han separado el efecto de la edad del efecto de la cohorte. Uno de los más completos, y reciente, es el de Rekker, de 2024, en Frontiers in Political Science. El análisis se hace sobre 21 democracias europeas entre 1948 y 2021, con datos de un total de 258 elecciones y casi medio millón de observaciones. Por lo que respecta a la edad, confirma algo que está bastante asentado: a medida que sube la edad, a igualdad de todo lo demás, sube la probabilidad de votar por opciones conservadoras. Pero no nos podemos quedar ahí, en el efecto de la edad, tenemos que contar con el efecto de la cohorte. Y el análisis indica que las generaciones nacidas más recientemente son menos propensas a votar por partidos conservadores, mientras que las generaciones anteriores muestran una ligera inclinación hacia opciones más conservadoras, en todas sus edades. 

Estos resultados se refieren, como he dicho, al conjunto de las democracias europeas. Pero, como ya os comenté en un episodio anterior, los resultados que había obtenido referidos a España apuntan en la misma dirección. En el caso español, el cambio se produce especialmente en el caso de la cohorte nacida entre 1950 y 1960, que vivieron la Transición durante su juventud y que claramente han ido votando, a medida que iban subiendo su edad, a opciones más a la izquierda que las generaciones anteriores. Es una cohorte muy numerosa en España, porque coincide parcialmente con el baby-boom español.

Pero además de estas tendencias, que pueden orientar el voto de forma diferente en función de la edad y la generación, hay un tercer elemento que está cambiando el panorama político en relación con el envejecimiento. Y es que algunas investigaciones recientes sugieren que las preferencias de los mayores están cada vez más influidas por las políticas que garantizan el bienestar de los propios mayores, como las pensiones y la atención sanitaria, independientemente de la orientación ideológica del partido al que se vaya a votar. A este respecto, por ejemplo, existe un estudio de Winkler, del año 2015. Los resultados son que las sociedades envejecidas tienden a apoyar más los incrementos en las pensiones y en el gasto de lucha contra la delincuencia y tienden a aceptar mejor los recortes en educación.

Hay, también, un estudio del Pew Research Center, de 2024, referida a Estados Unidos. En él se ve cómo el 79% de los norteamericanos se opone a recortes en las prestaciones de la Seguridad Social y el 65% considera que el gobierno tiene la responsabilidad de garantizar la cobertura sanitaria para todos. Estas cifras, desde luego indican que son votantes tanto republicanos como demócratas quienes están de acuerdo en determinadas políticas que, casualmente, son las que más inciden sobre el bienestar económico y social de los mayores. Algo similar describen Janky y Gal refiriéndose a Europa: las actitudes hacia las reformas de pensiones no siempre se alinean estrictamente con la ideología política. 

Esta deriva en el voto de los mayores, cada vez más influidos por sus intereses, relacionados con la edad, que con orientaciones ideológica, puede ser muy importante. Tengamos en cuenta lo que ya sabemos, que cada vez el porcentaje de mayores es más grande y que, también, los mayores votan más, se abstienen menos. En 2023, en España, el porcentaje de mayores de 65 años entre los que votaron fue del 28%. Pero abriendo algo más la franja, para incluir a la franja entre 55 y 65, que también están interesados, por ejemplo, en pensiones más altas, el porcentaje entre los votantes fue del 47%, casi la mitad (según datos del CIS… esperemos que estos al menos no estén manipulados). En el Reino Unido, en las elecciones de 2024, los votantes mayores de 55 años fueron mayoría, más del 50% del electorado en 331 de los 650 distritos electorales.

Pero veamos otra zona muy interesante sobre cómo el envejecimiento está afectando a las decisiones públicas, la referida a la deuda pública. Hay algunos estudios recientes que analizan qué preferencias tienen los ciudadanos sobre la deuda pública, sobre financiar los déficits públicos emitiendo deuda pública. De hecho, ya nos podemos imaginar los resultados, porque la deuda pública supone llevar al futuro el pago de un gasto que hacemos ahora. Los mayores pueden tener interés en el futuro lejano por altruismo, pero no por un interés personal, es un futuro que no van a vivir. Esto probablemente orientará su voto por partidos que están a favor de la emisión de deuda pública.

Una investigación de Alessia Aspide y otros, de 2022, publicada en la European Journal of Political Research indica que, en Europa, las personas de mediana edad son las más preocupadas por la reducción de la deuda pública, mientras que los jóvenes y los mayores muestran menos interés en este objetivo político .Cabe destacar que esta relación es más fuerte en los países con prestaciones más generosas para la vejez. No es una sorpresa.

En el artículo está muy bien analizado, pero a su vez el resultado es bastante de sentido común, sobre todo por la parte de que los mayores pueden estar muy a favor de expandir la deuda pública, porque al fin y al cabo la deuda pública la devolverán las siguientes generaciones pagando más impuestos, recibiendo menos gasto público, o con más inflación, si la deuda pública no se traduce completamente en incrementos del PIB. Y no solamente por la parte de devolver la deuda, que no la devolverán ellos, sino por la parte de los gastos que se financian con esa deuda, de la que sí se están beneficiando en el presente, sobre todo con las pensiones de jubilación. Por el contrario, las personas de mediana edad, que suelen estar en su pico de ingresos y responsabilidades financieras, pueden mostrar mayor preocupación por la sostenibilidad fiscal y la carga de la deuda. En cuanto a los jóvenes, tienden a ser partidarios del gasto público en áreas como el empleo, la educación y el cambio climático, incluso si esto implica un aumento de la deuda. Pero da un poco igual lo que prefieran los jóvenes, porque tienen un peso electoral bajo y cada vez más bajo.

El caso de las pensiones de jubilación en España es un ejemplo clarísimo de clientelismo relacionado con el envejecimiento de la población. Veamos, por ejemplo, un par de las reformas que se aprobaron en 2013 y que han sido bloqueadas.

En 2013 se aprobó un Factor de Sostenibilidad para las nuevas pensiones, un factor que limitaba las nuevas pensiones en función de la esperanza de vida, pero nunca se llegó a aplicar. En 2021 esto se deroga y se crea el Mecanismo de Equidad Intergeneracional, un incremento del 0,6 puntos de la cotización a la Seguridad Social entre 2023 y 2032. Es decir, equidad intergeneracional entendida como que los trabajadores, los jóvenes, cotizan más para mantener las pensiones de los mayores.

Por otra parte, también en 2013 se empezó a aplicar el IRP, el índice de revalorización de las pensiones, que hacía oscilar la actualización de las pensiones en una franja entre 0,25% y el IPC más 0,5 puntos, en función de los ingresos y los gastos de la Seguridad Social. 0,25% cuando las cosas fueran mal, que el saldo fuera más negativo, y el IPC+0,5% cuando las cosas fueran mejor. Esta posible moderación del crecimiento de las pensiones y esa vinculación con la situación del mercado de trabajo dejó de aplicarse en 2018, con el cambio de gobierno; primero se suspendió año a año y, finalmente, se derogó en 2022, cuando volvió de nuevo a vincularse el crecimiento de las pensiones directamente al crecimiento del IPC.

Este tipo de orientación de las políticas ha hecho que se dispare el gasto en pensiones de un sistema, el español, que ya es relativamente generoso y redistributivo. Un indicador para saber hasta qué punto es generoso el sistema de pensiones nos lo da la OCDE en su informe anual “Pensions at a Glace”. Me refiero a la tasa de reemplazo de la pensión, que es el porcentaje que supone en cada país la pensión nueva, recién concedida, media, en relación con el último salario medio. En su informe para 2023 los valores de diferentes países son los siguientes: 

Grecia 80,8 %; España, 80,4 %; Italia 76,1 %; Países Bajos, 74,7 %; Suecia, 62,3 %; Francia, 57,6 %; Alemania, 43,9 % Estados Unidos 39,1%, la media de la OCDE 50,1.

Una tasa de reemplazo muy alta, sólo superada por Grecia. Las pensiones no es que sean altísimas, pero reemplazan a salarios que son bajos, como media, lo que hace que el sistema sea generoso. 

Simultáneamente, el apoyo a los planes privados de pensiones que se empezó a aplicar en 1988 ha sido un fracaso y los límites en los últimos años han ido reduciendo su capacidad para canalizar ahorro a un complemento a las pensiones públicas. El gobierno gasta en pensiones y cubre el déficit de la Seguridad Social con transferencias de los presupuestos generales del estado, que a su vez están en déficit que se paga con la emisión de deuda. Por consiguiente, buena parte de las pensiones se financia con deuda pública y esto va a suceder cada vez más en el futuro. Un paréntesis aquí sobre la “hucha de las pensiones”, sobre el Fondo de Reserva de la Seguridad Social: en esta situación, en la que las pensiones de jubilación necesitan de la emisión de deuda pública, el gobierno introduce la ficción de que hace aportaciones al Fondo de Reserva. Vamos a ver, un niño de primaria lo entendería: es algo así como pedir un crédito y meter luego el dinero que te han dado en el banco. No estás ahorrando, realmente, te estás endeudando.

¿Se puede seguir así, con una población cada vez más envejecida y estas políticas clientelistas de apoyo a las pensiones? Sí, probablemente se puede seguir así. Pero hay que saber que lo que se gasta en pensiones no se gasta en otras cosas. Se detrae de los ingresos de los trabajadores, por una parte, y por otra, lo que se gasta en pensiones no se gasta en gasto como la vivienda, la educación, o las infraestructuras, gastos que benefician más a los más jóvenes. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿quién está dispuesto a perder las elecciones en el intento? Hemos visto las dificultades para salir delante incluso de reformas que se tomaron en 2013, en medio de una crisis económica brutal. Ni siquiera en esa situación ha sido posible aplicar racionalidad al sistema.

Resumiendo: la creciente proporción de jubilados respecto a la población activa pone presión sobre las finanzas públicas y favorece algunos tipos de gasto del que se benefician sobre todo los mayores, a expensas de los intereses de los jóvenes. Además, las reformas necesarias para garantizar la sostenibilidad del sistema a menudo se ven obstaculizadas por consideraciones políticas y el temor a perder apoyo electoral entre los mayores.

Y ahora, como siempre, una última sección del episodio: Miradas sobre el declive. Aquí hablo de un libro, artículo, película o documental que puede ayudarnos a entender mejor los temas que tratamos. En esta ocasión, voy a comentar un libro. Un libro de Paul Morland, del año 2022. No está traducido al español, se llama Tomorrow's People: The Future of Humanity in Ten Numbers. Paul Morland es un demógrafo británico, trabaja en el Birkbeck College, Universidad de Londres. En el libro propone una guía rápida, un decálogo, de los grandes eventos demográficos que están configurando el siglo XXI.

Cada capítulo se abre con una sola cifra llamativa; el resto del texto muestra cómo detrás de esa cifra laten procesos sociales, económicos y culturales complejos. Es un libro fácil de leer, muy enfocado a la divulgación.

Morland encadena las cifras como eslabones de una cadena causal: la caída de la mortalidad infantil hace crecer la población; este crecimiento se vuelca en la ciudad; la urbanización, junto con la educación, reduce la fecundidad; el descenso de nacimientos envejece a las sociedades y reduce la población; para mantener la economía, los países recurren a la inmigración, lo que acelera el cambio étnico.

El resultado es un mundo, según Morland “más verde, más gris y menos blanco”. Verde por la menor presión de la población sobre el entorno, gris por el envejecimiento y menos blanco por la entrada de inmigración en los países avanzados.

Pero veamos las diez cifras, una por una:

1.     10 muertes infantiles por cada 1 000 nacidos vivos en Perú

Se inicia la cadena: menos muertes, más esperanza de vida.

2.     4 000 000 000 habitantes: población de África en 2100. 

Crecimiento de la población. En el caso de África, abastece de inmigrantes a los países desarrollados.

3.     121 ciudades chinas con más de un millón de habitantes

Urbanización masiva. En el caso de China, reciente.

4.     1 hijo por mujer: tasa de fecundidad en Singapur

Ejemplo extremo de subreemplazo. Lo veíamos también en el caso de Corea del Sur en el episodio anterior.

5.     43 años: edad mediana en Cataluña

Envejecimiento, demografía gris, crecimiento económico más lento. En realidad, esos 43 años incorpora a la población inmigrante. Sin la población inmigrante, la mediana es mayor.

6.     79 000 centenarios en Japón

Presiones sobre la sanidad y las pensiones.

7.     -55 %: caída poblacional de Bulgaria en un siglo

Países vaciados por la emigración a otros países y la baja fecundidad.

8.     22 % de escolares blancos en California

Inmigración, cambio étnico, tensiones políticas y culturales.

9.     71 % de alfabetización femenina en Bangladesh

Revolución educativa en países en desarrollo. Caída de la natalidad.

10. +375 % de producción de cereales en Etiopía (1993-2018)

Revolución agrícola en África, que reduce el riesgo de hambrunas generalizadas y, también, los temores malthusianos

En fin, ya veis que la cadena está muy bien construida y apoyada con datos. Un libro muy bien estructurado, muy buena divulgación y muy recomendable.

En los próximos episodios seguiremos explorando en profundidad las causas del declive de la natalidad, las consecuencias económicas y sociales del envejecimiento y las distintas respuestas que se han planteado, desde incentivos a la natalidad hasta reformas en el sistema de pensiones. También veremos casos concretos de países que han intentado revertir esta tendencia y debatiremos el papel de la inmigración en la dinámica demográfica. Si te interesa comprender cómo estos cambios afectarán nuestras vidas y al mundo en el que vivimos, puedes apretar el botón para seguir el podcast.

Ya sabéis, en las notas de descripción del podcast tenéis la dirección de correo por si queréis escribirme con cualquier comentario o sugerencia.

Nos escuchamos en el próximo episodio de 2,1 hijos. ¡Hasta entonces!

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