2,1 hijos

Corea del Sur nos muestra el camino hacia la despoblación

Jorge Calero Season 1 Episode 12

En los últimos diez años la tasa de fecundidad de Corea del Sur se ha desplomado hasta alcanzar niveles sin precedentes, hasta la tasa actual, que es de 0,72 hijos por mujer: es la más baja del mundo. En el episodio se presenta una revisión de las causas de esta situación, empezando por cómo afectaron a la demografía coreana la ocupación japonesa y, después, la Guerra de Corea y continuando con las prácticas de control de la natalidad impulsada por las agencias internacionales durante las décadas de 1950 y 1960. Hablamos en el episodio de qué políticas natalistas se han aplicado en Corea del Sur ya en el siglo XXI, y del poco éxito que han tenido. Prestamos una atención especial a la emigración: las leyes migratorias han sido muy restrictivas en Corea del Sur pero recientemente están flexibilizándose para recibir a un mayor número de inmigrantes. Sin embargo, esta flexibilización es insuficiente para frenar la crisis demográfica en Corea del Sur. 

Y, en la sección Miradas sobre el declive presentamos a la robot humanoide Grace, que ayuda a cuidar ancianos en una residencia de Canadá

Link al vídeo sobre la robot Grace, de cuidados en una residencia de ancianos: https://www.youtube.com/watch?v=HMko7tfIjt4

En este podcast exploro uno de los cambios más profundos y silenciosos que nos están afectando: el declive demográfico. ¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro? Bienvenidos a 2,1 hijos. Yo soy Jorge Calero.

Vamos con un nuevo episodio, que se llama “Corea del Sur nos muestra el camino hacia la despoblación”

La historia moderna de Corea del Sur está muy marcada por dos episodios traumáticos que afectaron mucho a su estructura demográfica: la ocupación japonesa (1910-1945) y la guerra de Corea (1950-1953). Durante la ocupación japonesa el país fue sometido a una explotación económica sistemática y a una asimilación cultural forzosa, en un régimen brutal. A pesar de la dureza de la ocupación, algo aportaron los japoneses. Se introdujo una infraestructura sanitaria básica, que beneficiaba sobre todo a los japoneses residentes en Corea. También se desarrollaron campañas de salud pública y se construyeron infraestructuras de agua potable y alcantarillado (para cuidar a la fuerza de trabajo colonial). Esto tuvo un ligero impacto positivo en la esperanza de vida, que empezó a aumentar desde niveles muy bajos. En 1945, se situaba en torno a los 45 años. En ese momento, al final de la Guerra Mundial, la población de la península coreana alcanzaba aproximadamente los 25 millones de personas. Tras la rendición de Japón la península se divide políticamente, dependiendo el norte de la Unión Soviética, mientras que el Sur quedó bajo la influencia estadounidense. 

Esta división fue seguida pocos años después por la guerra de Corea (1950-1953). La guerra causó entre 2,5 y 3 millones de muertes y desplazamientos masivos de población. Después del armisticio de 1953, Corea del Sur es un país devastado y empobrecido, con una población de unos 21 millones. En Corea del Norte quedaron 9 millones (hubo una migración de 1 o dos millones del norte hacia el sur durante la guerra).

La tasa de fecundidad se mantuvo alta (más de 6 hijos por mujer en los años 50). La mortalidad también era alta hasta la posguerra, pero empezó a bajar inmediatamente. En 1960 la esperanza de vida era de 54 años. En Europa en ese año era de 69. 

Las generaciones nacidas justo después de la guerra fueron muy numerosas, y sentarían las bases de un país que se iba a desarrollar rápidamente en pocas décadas.

Durante los años 60 y 70, Corea del Sur tuvo una de las transformaciones económicas más rápidas del siglo XX. El gobierno del general Park Chung-hee aplicó una estrategia centrada en la exportación, la inversión en educación y la industrialización. Se produjo lo que se llamó "milagro del río Han": el PIB per cápita pasó de menos de 100 dólares en los años 60 a más de 1.500 en 1980.

En paralelo, el gobierno inició una de las campañas más agresivas de control de natalidad del mundo. El lema "Tener menos hijos es patriótico" dominaba la propaganda oficial. Se distribuyeron anticonceptivos en centros de salud, especialmente en zonas rurales, y se promovieron programas de esterilización voluntaria. Una de las claves de esta política de reducción de la natalidad en la década de 1950 y 1960 es la influencia de los organismos internacionales y de Estados Unidos. En la década de 1950 Corea del Sur dependía fuertemente de la ayuda internacional, especialmente de Estados Unidos. Organismos como el Banco Mundial y la Ayuda al Desarrollo de Estados Unidos promovían programas de planificación familiar en países en desarrollo. La República de Corea recibió apoyo económico y técnico para aplicar campañas de control de natalidad. Se creía que reducir la natalidad era necesario para impulsar el desarrollo, específicamente para mejorar la educación y para facilitar la urbanización y la creación de una fuerza laboral cualificada.

El efecto fue rápido. En solo dos décadas, la fecundidad se redujo de más de 6 hijos por mujer a menos de 3 en 1980. Al mismo tiempo, la esperanza de vida creció hasta 66 años. Corea del Sur se aprovechó de lo que se denomina “dividendo demográfico”. El dividendo demográfico es el crecimiento económico que se produce cuando después de un periodo de alta fecundidad se produce un periodo de baja fecundidad, lo que genera una mayor proporción de población en edad productiva (entre 15 y 64 años). Esto implica una reducción de la tasa de dependencia (menos niños y ancianos por cada trabajador activo). Si un país logra crear empleo, invertir en educación y aprovechar esta fuerza laboral, puede obtener un impulso económico significativo apoyándose en ese dividendo demográfico. Es justo lo que sucedió en Corea del Sur: el "dividendo demográfico" impulsó la productividad y el ahorro, al tiempo que permitió expandir la educación y mejorar los indicadores sociales. Pero también preparó el terreno para el desequilibrio futuro: una generación de jóvenes cada vez menos numerosa y un envejecimiento que llegaría en apenas una generación.

Corea del Sur entró al siglo XXI con una tasa de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo De 2005 a 2015, la tasa se mantiene estable en torno a 1,2. Pero en los últimos diez años la tasa se desploma hasta alcanzar niveles sin precedentes, hasta la tasa actual, que es de 0,72 hijos por mujer: es la más baja del mundo.

La población alcanzó su pico en 2020, con casi 52 millones de habitantes y a partir de entonces empezó a reducirse. Se estima que para 2050 la proporción de mayores de 65 años superará el 40%. 

Este declive ha generado una gran preocupación nacional, que se manifiesta en los medios y en las políticas públicas. Sin embargo, revertir la tendencia parece algo muy complejo.

Desde los años 2000, Corea del Sur ha aplicado numerosas políticas para fomentar la natalidad. El gasto acumulado supera los 200.000 millones de dólares. Entre las medidas destacan: subsidios por nacimiento y crianza, licencias de maternidad y paternidad extendidas, acceso gratuito o subvencionado a guarderías y beneficios fiscales para familias con hijos.

Pese a estos esfuerzos, la fecundidad sigue cayendo. Hay casos extremos, como el de la ciudad de Seongnam, donde se ofrecieron hasta 10.000 dólares por tener un segundo hijo. Apenas el 2% de las familias aprovechó el beneficio.

¿Cuáles son los motivos de este fracaso de las política natalistas?.

La cultura de las empresas surcoreanas es una de las más exigentes del mundo. Las jornadas laborales son extensas, la conciliación es escasa y los ascensos siguen una escala rígida. Las tres cosas dificultan que las mujeres (y en menor medida, los hombres) compatibilicen la vida laboral con la crianza. 

Miremos, por ejemplo, el número de horas trabajadas en 2023: República de Corea, 1.872 h; Estados Unidos, 1.810 h; España, 1.643 h; Unión Europea, 1.570 h

Además, el coste de la educación es altísimo: la presión para invertir en colegios y academias privadas empieza desde los tres años.

A esto se suma un modelo familiar en el que la maternidad fuera del matrimonio está estigmatizada y carece de apoyo legal. Las mujeres que desean ser madres solteras sufren exclusión social y económica. 

Existen también en Corea del sur, como veíamos en un episodio anterior, movimientos de ideología antinatalista. En Corea un ejemplo de esto es el movimiento 4B. 4B viene de sin parejas heterosexuales, sin sexo heterosexual, sin matrimonio, sin parto. Las b son de bi en coreano, que significa “sin”

Comunidad sobre todo online; se calcula entre 500 y 4 000 miembros activos en Corea

Ante el fracaso de las medidas convencionales, algunas propuestas que se han planteado en Corea son las siguientes:

• Reforma del mercado laboral: aplicación real de jornadas de 35 horas, incentivos para la flexibilidad horaria y el teletrabajo.

• Revisión del sistema de vivienda, facilitando el acceso a hogares dignos para jóvenes y familias con hijos. Entre paréntesis hay que decir que las viviendas que se han ido construyendo en las últimas décadas son cada vez más pequeñas.

• Reconocimiento legal de modelos familiares diversos, incluyendo parejas no casadas y familias monoparentales.

Hablemos un poco ahora del sistema de pensiones y cómo se ve afectado por la crisis demográfica. Corea del Sur tiene un sistema mixto de pensiones: una pensión pública de reparto, complementada por sistemas de capitalización privados. Sin embargo, las pensiones del sistema público son bajas, rondan el 40% del salario medio, aunque las reformas recientes quieren elevarlas a un 43% a partir de 2026. Muchos jubilados dependen de ahorros personales o del trabajo informal. Muchas personas mayores sigue trabajando en empleos mal remunerados. El 43% de los mayores de 65 años vive en situación de pobreza relativa, una de las tasas más altas de la OCDE.

La edad legal de jubilación era de 62 años hasta 2013, pero desde entonces se está elevando paulatinamente, para alcanzar los 65 años en 2033. Recientemente, se ha propuesto elevar aún más la edad de jubilación hasta los 75 años, aunque esta medida aún está en discusión y ha generado debate en la sociedad. En marzo de 2025 el parlamento aprobó una reforma que eleva las cotizaciones de la Seguridad Social del 9% actual hasta el 13% en un periodo de ocho años. Unos porcentajes muchísimo más bajos que los españoles. Se han introducido recientemente incentivos para las cotizaciones voluntarias. Otra reforma reciente interesante es que se van a asignar meses adicionales de cotización a la Seguridad Social por cada nacimiento: 12 meses por el primero, 12 por el segundo, y 18 por cada hijo adicional a partir del tercer hijo.

La clave, como en todas partes, para garantizar la sostenibilidad del sistema es el incremento de la productividad. En eso Corea del Sur tiene muy buenas posibilidades en función de la automatización. Sin embargo, el envejecimiento puede ser un factor que limite el crecimiento de la productividad.

Hablemos ahora de inmigración. Corea del Sur ha mantenido hasta ahora una de las políticas migratorias más restrictivas entre los países desarrollados. La identidad nacional surcoreana se ha construido sobre la homogeneidad étnica y cultural, lo que genera rechazo a la inmigración a gran escala. Las leyes migratorias han sido  restrictivas y la integración de los inmigrantes, limitada. Solo un 4% de la población coreana es nacida fuera de Corea, frente a más del 18% en países como España o Alemania. 

La inmigración, por tanto, no resuelve la escasez crónica de mano de obra en sectores de baja cualificación, una escasez que ha incrementado los costes salariales. Algunos sectores empresariales presionan por una mayor apertura migratoria y en los últimos tiempos parece que se está produciendo, como veremos enseguida.

La mayoría de los pocos inmigrantes que llegan a Corea del sur son trabajadores temporales en agricultura, construcción o mujeres casadas con hombres surcoreanos, especialmente en zonas rurales. Provienen de China (un 36,2%), de Vietnam, de Tailandia, principalmente. Muchos de los chinos que llegan a Corea del Sur son joseonjok. Son “chinos coreanos”, descendientes de coreanos que emigraron a China a finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo durante la ocupación japonesa de Corea. Muchos huyeron de la pobreza, la guerra o la opresión colonial. Se asentaron principalmente en el noreste de China, en la zona más cercana a la península de Corea, Manchuria. Se calcula que hay entre 1,7 y 2 millones de Joseonjok en China, en una Prefectura Autónoma Coreana de Yanbian. Conservan el idioma coreano, pero la mayoría habla también mandarín y está integrada en la sociedad china.

En los últimos 3 años han estado entrando como media 64.000 inmigrantes anuales. Trabajan en la manufactura (textil, electrónica), construcción, restauración, servicio doméstico y cuidados. Llegan con visas de empleo E-9, para cubrir el déficit de trabajadores en empleos sucios, peligrosos y duros (textualmente). Para 2025 se ha fijado un cupo mayor, de 165.000 de estos visados.

De todos modos, con estas cifras, he hecho unos cálculos y la aportación de la inmigración es insuficiente para frenar la crisis demográfica en Corea del Sur. Si el país no recibiera inmigración, con la mortalidad actual y la tasa de fecundidad fija en 0,7, su población quedará en la mitad en torno al año 2095. Suponiendo que recibe cada año 160.000 inmigrantes esta reducción a la mitad se aplazaría al año 2135, aproximadamente. Es decir, que la inmigración en estos niveles no consigue más que aplazar unos años el problema.

La tasa de fecundidad de Corea del Norte es actualmente de 1,8, por debajo de la tasa de reemplazo pero considerablemente mayor que la de Corea del Sur. ¿Por qué sucede esto? Hay varias razones:

1.       Menor desarrollo económico y urbanización: los hijos pueden percibirse como apoyo económico o social, especialmente en zonas agrícolas.

2.       Menor acceso a educación y empleo para mujeres: 

3.       Fuerte control ideológico: El régimen de Corea del Norte promueve valores tradicionales y familiares, con presión social para casarse y tener hijos como deber patriótico. No hay una cultura dominante de individualismo o realización personal como en Corea del Sur.

4.       Menor acceso a los medios anticonceptivos. Aunque existen servicios médicos básicos, el acceso a métodos anticonceptivos modernos es limitado, y la educación sexual es escasa o ideológicamente controlada, 

5.       Diferente estructura de costes y aspiraciones: En Corea del Sur, los altísimos costes de crianza, educación y vivienda disuaden a muchas parejas de tener hijos. En Corea del Norte, aunque hay precariedad generalizada, las expectativas de crianza son más modestas y menos presionadas por la competencia o el consumo.

Y ahora, como siempre, una última sección del episodio: Miradas sobre el declive. Aquí hablo de un libro, artículo, película o documental que puede ayudarnos a entender mejor los temas que tratamos. En esta ocasión, voy a comentar un video muy breve, de sólo unos minutos, donde se puede ver a un robot humanoide en una residencia de ancianos en Canadá. La cantidad de personas mayores dependientes hace que se desarrollen alternativas como robots de asistencia para mayores. En el vídeo, que es de CBC News de Manitoba, se presenta a Grace, que es una robot humanoide equipada con sensores, cámaras y un software de inteligencia artificial. Estos robots pueden asistir en tareas rutinarias como recordar la medicación, monitorear signos vitales, o guiar a los residentes en ejercicios físicos y cognitivos, liberando así tiempo del personal humano para labores más complejas o afectivas. Además, robots como Grace están diseñados para ofrecer compañía, responder a comandos verbales y mantener conversaciones básicas, lo que puede reducir la soledad y estimular la salud mental. Con la presencia de estos robots en las residencias de ancianos se busca aliviar la carga sobre los cuidadores humanos, que escasean, y mejorar la calidad de vida de los mayores. 

Como hemos estado hablando de Corea, hay otro ejemplo extendido de robot de asistencia para ancianos, que se llama Silbot es un ejemplo de estos robots. Está diseñado por la empresa KornTech en colaboración con instituciones públicas. 

No cuesta tampoco mucho ver los aspectos menos positivos de la integración de robots humanoides en residencias de ancianos. Uno de los principales problemas es la falta de empatía que solo un ser humano puede ofrecer, especialmente en situaciones de crisis emocional, deterioro cognitivo avanzado o necesidades afectivas. El riesgo de deshumanización del cuidado al sustituir el contacto humano por interacciones artificiales. Además, estos robots requieren una inversión elevada, mantenimiento constante y una necesidad de aprendizaje tanto para residentes como para cuidadores. Por último, no todos los ancianos aceptan fácilmente este tipo de tecnología, lo que puede generar rechazo o incluso ansiedad en algunos casos. En la descripción del episodio tenéis la dirección de Youtube donde se puede ver a esta robot, a Grace, actuando en una residencia de ancianos.

https://www.youtube.com/watch?v=HMko7tfIjt4

En los próximos episodios seguiremos explorando en profundidad las causas del declive de la natalidad, las consecuencias económicas y sociales del envejecimiento y las distintas respuestas que se han planteado, desde incentivos a la natalidad hasta reformas en el sistema de pensiones. También veremos casos concretos de países que han intentado revertir esta tendencia y debatiremos el papel de la inmigración en la dinámica demográfica. Si te interesa comprender cómo estos cambios afectarán nuestras vidas y al mundo en el que vivimos, puedes apretar el botón para seguir el podcast.

Ya sabéis, en las notas de descripción del podcast tenéis la dirección de correo por si queréis escribirme con cualquier comentario o sugerencia.

Nos escuchamos en el próximo episodio de 2,1 hijos. ¡Hasta entonces!

 

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