
2,1 hijos
En este podcast exploramos uno de los cambios más profundos y silenciosos que están transformando nuestras sociedades: el declive demográfico.
¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro?
Un podcast de Jorge Calero.
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Países socialistas: el triple hundimiento demográfico
En este episodio vamos a hablar de la debacle demográfica en los países del que fue bloque socialista en Europa. En esos países el efecto demográfico de la Segunda Guerra Mundial fue mucho más fuerte que en la Europa occidental. Pero, además, la situación económica durante las décadas posteriores a la guerra fue mucho peor y hubo pronto una gran proporción de mujeres que trabajaban fuera de casa. Estos países tuvieron una baja natalidad, que apenas se vio alterada por las políticas estatales, muy agresivas, para recuperar la natalidad. Para resumir, podemos decir que los países socialistas apenas tuvieron baby boom después de la guerra, por lo que pasaron sin casi transición del hundimiento demográfico de la guerra al hundimiento demográfico del resto de países europeos a partir de la década de 1980. Posteriormente, su natalidad volvió a bajar abruptamente durante los primeros años de la transición al capitalismo. Y allí siguen ahora. Un triple hundimiento.
Miradas sobre el declive. Página web de Birth Strike: www.birthstrikemovement.org
En este podcast exploro uno de los cambios más profundos y silenciosos que nos están afectando: el declive demográfico. ¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro? Bienvenidos a 2,1 hijos. Yo soy Jorge Calero.
Vamos con un nuevo episodio, que se llama “Países socialistas: el triple hundimiento demográfico”. En este episodio vamos a hablar de la debacle demográfica en los países del que fue bloque socialista en Europa. En esos países el efecto demográfico de la Segunda Guerra Mundial fue mucho más fuerte que en la Europa occidental. Pero, además, la situación económica durante las décadas posteriores a la guerra fue mucho peor y hubo pronto una gran proporción de mujeres que trabajaban fuera de casa. Estos países tuvieron una baja natalidad, que apenas se vio alterada por las políticas estatales, muy agresivas, para recuperar la natalidad. Para resumir, podemos decir que los países socialistas apenas tuvieron baby boom después de la guerra, por lo que pasaron sin casi transición del hundimiento demográfico de la guerra al hundimiento demográfico del resto de países europeos a partir de la década de 1980. Posteriormente, su natalidad volvió a bajar abruptamente durante los primeros años de la transición al capitalismo. Y allí siguen ahora. Un triple hundimiento.
La Segunda Guerra Mundial fue la mayor tragedia demográfica de la historia moderna. Fue diferente a las guerras anteriores y, en particular a la Primera Guerra Mundial. Veremos en otro episodio, más adelante, el efecto demográfico de la Primera Guerra Mundial, que fue una masacre, pero fue una masacre sobre todo de militares. La Segunda Guerra Mundial provocó muchísimas más víctimas civiles, no se limitó al frente militar. La intensidad de la violencia, la duración del conflicto, los genocidios (especialmente de la población judía), los desplazamientos forzosos y el uso sistemático del hambre como arma. Todo ello dejó una muesca profunda en la pirámide poblacional de muchos países europeos. El número de fallecidos se estima entre 70 y 85 millones; unos 50 millones de ellos fue población civil. En Europa, el número total de fallecidos se estima en unos 49 millones, casi 40 millones de ellos fue población civil.
Aparte de los fallecidos, la Segunda Guerra Mundial generó un número de no nacidos en Europa que se estima entre 15 y 25 millones de personas. Cuando hablamos de “no nacidos” nos referimos a la fertilidad perdida por las personas que murieron, a la fertilidad postergada o anulada durante la guerra y la posguerra pero también a los efectos acumulativos, porque las personas no nacidas también habrían tenido hijos en la siguiente generación.
Los países que luego formaron el bloque socialista en Europa fueron los más afectados demográficamente por la guerra. Los dos casos más extremos fueron los de la Unión Soviética y Polonia. La Unión Soviética perdió entre 24 y 27 millones de personas, casi la mitad de ellos civiles. La proporción de hombres en edad reproductiva cayó drásticamente. Por ejemplo, más del 70% de los varones nacidos entre 1921 y 1923 no sobrevivieron a la guerra. Repito, más del 70% de los varones de una cohortes no sobrevivieron a la guerra. Esto generó un déficit crónico de parejas posibles para las mujeres de las cohortes de posguerra. No fue posible una recuperación demográfica natural durante las décadas siguientes.
Polonia perdió aproximadamente al 17% de su población. A las muertes en combate y la represión nazi se sumó la casi total aniquilación de la población judía (fueron asesinados unos 3 millones de judíos polacos, más del 90% del total). También hubo enormes desplazamientos de población tras el rediseño de fronteras. La pérdida de personas en la población urbana, con estudios y joven tuvo consecuencias sociales y reproductivas que duraron décadas.
A los enormes efectos de la guerra se sumaron, en los países socialistas, otros factores que también explican una natalidad muy baja. Las mujeres se incorporaron al trabajo fuera de casa antes que en el resto de países. Además, la situación económica en general y la disponibilidad de vivienda era en muchas ocasiones muy restrictiva.
Todo esto explica por qué, a diferencia de lo que ocurrió en Estados Unidos, Francia o Alemania Occidental, los países socialistas europeos no pudieron experimentar un “baby boom” en los años posteriores a la guerra. Sí que hubo una cierta recuperación demográfica, pero menor al “baby boom” de la Europa occidental y de Estados Unidos.
En Estados Unidos, la tasa de fecundidad en la década de los 50 estaba en torno a 3,7 hijos y en Francia o el Reino Unido se situaba en torno a los 3 hijos por mujer. Mientras tanto, en la URSS y Europa del Este los repuntes fueron moderados, desiguales y de corta duración. Veamos cómo llegan a 1960, cuando ya disponemos de datos homogéneos. Lo que es actualmente Rusia tenía ese año una tasa de fecundidad de 2,5, Checoslovaquia 2, Hungría 2, Serbia 2 (por debajo de la tasa de reemplazo), Bulgaria y Rumanía un poco más alta, 2,3, y la excepción era Polonia, que en parte por el efecto de la religiosidad, como veremos más tarde, tenía una tasa más alta, del 2,9.
Exagerando un poco, podríamos decir que los países socialistas europeos pasaron directamente de la debacle demográfica de la Segunda Guerra Mundial a la nueva debacle poblacional en los años 70 y 80, sin una etapa intermedia.
La situación en los diversos países presentaba algunos matices. Veamos algunos casos. En la Unión Soviética hubo un breve aumento de la fecundidad entre 1950 y 1965, pero a partir de ese año se desploma y cae por debajo de la tasa de reemplazo en los setenta.
El caso de la República Democrática Alemana es interesante porque es una especie de experimento natural, donde podemos comparar la especificidad de la demografía socialista con la demografía de la República Federal. La población de la República Democrática Alemana el año de su fundación, 1949, era de casi 19 millones de habitantes. Cuando cae el muro, cuarenta años más tarde, la población es de 16,4 millones, 2,6 millones menos. En los mismos años, la República Federal pasa de 51 a 62 millones (once millones más, incluyendo aquí la inmigración). De hecho, parte de la inmigración llegó de la propia República Democrática: entre 1949 y 1961, año de la construcción del muro, pasaron 2,7 millones de un lado a otro, en una emigración relativamente libre, pero cada vez más vigilada. Muchos eran jóvenes cualificados y profesionales, una fuga de cerebros. Desde 1961 a 1989, ya con el muro actuando, pasaron 1,1 millones (gracias a fugas, intercambios)
En Checoslovaquia la fecundidad era bajísima desde el final de la Segunda Guerra Mundial, con muy poca recuperación. En 1960 ya estaban por debajo de la tasa de reemplazo y cayó todavía más a partir de los años 60. Sin embargo, ahí hubo una recuperación temporal breve durante la década de 1970, gracias a políticas de apoyo a la maternidad (licencias pagadas, subsidios, préstamos a familias jóvenes). La recuperación duró poco, porque en 1979 volvió a bajar fuertemente y no dejó de hacerlo hasta una leve recuperación ya en el siglo XXI, a partir de 2004.
Polonia tuvo una evolución demográfica algo diferente a la del resto de países socialistas. Ya hemos visto que el efecto de la guerra sobre la población fue terrible. Sin embargo, en Polonia sí que hubo un cierto “baby boom”, con tasas de fecundidad más altas que las de todos los países de su entorno. Estas tasas superaron en los años 50 los tres hijos por mujer, con una fuerte presión social hacia la maternidad. Habría tres razones para esta situación diferente de Polonia. Primero, había un mayor porcentaje de población rural, que exigía familias más numerosas para cubrir las necesidades de mano de obra. Segundo, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo fue más lenta que en otros países. Y, tercero, el papel de la religiosidad y de la Iglesia Católica. Por ejemplo, en Polonia, aunque el aborto se legalizó en 1956, se utilizó mucho menos que en otros países socialistas. En 1968 había 46 abortos por cada 100
nacimientos, ya veremos que por ejemplo en Rusia el número de abortos era ampliamente mayor al de nacimientos. También por el efecto de la religiosidad y de la Iglesia los métodos anticonceptivos modernos se difundieron más lentamente. La Iglesia sólo aceptaba métodos anticonceptivos naturales, como el método Ogino. El marco general es que la Iglesia católica defendía la idea de las familias numerosas. Era habitual, también, que las parroquias distribuyeran ayuda material a las familias. Sin embargo, a partir de la década de 1960 y especialmente en los años 70 y 80, la fecundidad comenzó a descender gradualmente, situándose cerca de 2,1 hijos por mujer justo en 1989, cuando finalizó el régimen comunista.
Uno de los elementos que contribuyeron a mantener baja la tasa de fecundidad en los países socialistas fue el aborto. El aborto se legalizó en los países socialistas antes, como media, que en el resto de Europa. Aproximadamente, unos 20 años antes. Como media en el bloque soviético se legalizó durante la década de los cincuenta, y en el resto de Europa, también como media, en la década de los setenta. El aborto, en los países socialistas, sustituyó en gran medida al uso de métodos anticonceptivos modernos. Esto sucedió tanto en los países socialistas europeos como en Cuba, donde el aborto es legal y gratuito desde 1965, con una de las tasas de aborto más altas del mundo.
El aborto se legalizó con menos problemas en los países socialistas que en el resto de países porque, en ausencia de otros métodos anticonceptivos se ajustaba bien al objetivo de la incorporación laboral femenina. También, porque, además, las objeciones que pudiera haber no eran tenidas muy en cuenta por los regímenes totalitarios. Por ejemplo, en la Unión Soviética el aborto era legal desde 1920 (fue la primera legalización del aborto en el mundo). Se prohibió entre 1936 y 1955 (salvo en el caso de riesgo para la madre)… Stalin necesitaba soldados. Se volvió a legalizar en 1955. Según el estudio de Henry David, de 1992, Abortion in Europe, entre 1965 y 1990 el número de abortos en la Unión Soviética superó con creces el de nacimientos. En 1970 la tasa es de 180 abortos por cada 100 nacimientos y en 1985 de 137 por cada 100. En 1985, cuando se supone que podía tenerse acceso a otros métodos anticonceptivos.
Rumanía fue una excepción a esta situación de legalización del aborto y uso generalizado y abierto. El aborto se prohibió en 1966, generando un aumento abrupto de la natalidad, pero también una gran cantidad de abortos ilegales con enormes problemas sanitarios. No será legalizado hasta la caída del régimen en 1989. Como he dicho, Polonia fue también una excepción, pero más en cuanto a su uso, que fue menos frecuente que en cuanto a su legalización.
Resulta muy interesante revisar algunas de las iniciativas pronatalistas que se tomaron en los países socialistas. Vistas en retrospectiva, algunas son ridículas, pero, teniendo en cuenta cómo estaban forzados a vivir, o sobrevivir, los ciudadanos en esos países, probablemente son más dramáticas que ridículas.
Podemos hablar, por ejemplo, de cómo en Checoslovaquia, durante la época comunista, el acceso a viviendas estatales era limitado y estaba sujeto a criterios muy burocráticos. Pero había una vía rápida: si una pareja joven se casaba y prometía tener un hijo en poco tiempo, tenía prioridad para obtener un apartamento. Esto hacía que muchas parejas se casaran rápidamente para cumplir los requisitos y acceder a un apartamento. Algunas parejas cumplían con el nacimiento “pactado” y luego se separaban discretamente o convivían por obligación. El fenómeno se llamó popularmente como “niños por vivienda”.
Podemos hablar, también, del programa de televisión (estatal, claro) de la República Democrática alemana, en la década de los setenta, que se llamaba “Los nacimientos no son casualidad”, que intentaba fomentar la natalidad entre los jóvenes. El programa tenía el formato de una comedia musical, con coreografías, letras pegadizas y jóvenes que descubrían la alegría de tener hijos "por el bien del socialismo". Algunas escenas mostraban hospitales con médicos cantando sobre la natalidad como “deber patriótico”, o jóvenes parejas bailando entre cunas. Era tan ridículo que fue rechazado incluso por los más afines al partido. Circulan algunos vídeos del programa, material de culto para los seguidores del kitsch comunista.
Otra iniciativa natalista es la de Yugoslavia, con el bebé socialista 20 millones. En 1971 las autoridades de Yugoslavia querían celebrar el nacimiento número 20 millones desde que se fundó el país. El nacimiento del bebé socialista número 20 millones. Se organizó una campaña para identificar al bebé, convertirlo en imagen de la prosperidad yugoslava y rodearlo de atención mediática. Pero sucedió que la niña 20 millones nació en una familia rural, humilde, en Kosovo, de etnia albanesa, que tenía una tasa de fecundidad de 5,1, muchísimo más alta que la de Serbia o Croacia, que ya estaban por debajo de la tasa de reemplazo. La niña, por tanto, no representaba la imagen idealizada estatal del régimen de Tito, del “nuevo yugoslavo”. No se ajustaban las prioridades ideológicas del régimen con las zonas de mayor natalidad. Así que, finalmente, se decidió pasar un poco de puntillas sobre el asunto.
En Hungría también tuvieron sus políticas natalistas peculiares. Entre 1950 y 1956, bajo el gobierno del estalinista Rákosi, en Hungría se aplicó lo que se llamó el “impuesto al celibato”. Lo tenían que pagar los hombres solteros, que no tuvieran hijos, de entre 20 y 50 años, y las mujeres solteras sin hijos entre 20 y 45. La medida fue muy impopular, con la consecuencia previsible de que se crearon familias artificiales. Al caer Rákosi, en 1956, la medida fue eliminada rápidamente.
Otra política natalista curiosa es la que tenían algunas regiones de la Unión Soviética. Especialmente en la década de 1980 algunas de ellas tenían “días de concepción”, que eran determinados días libres para que las parejas pasaran tiempo juntas. Una de las iniciativas más llamativas fue la de la región de Uliánovsk, región rusa atravesada por el Volga. En su capital, que se llama también Uliánovsk, es donde nació Lenin. Pues bien, en esa región, se estableció el 12 de septiembre como “día de concepción”. Además de tener horas libres, las parejas que tenían un hijo justo 9 meses después, los 12 de junio, recibían premios como electrodomésticos o incluso un coche. Salían del hospital con un Lada. No sé qué es peor, si que tengas que hacer el amor en la fecha que te dice el estado, o meter a tu bebé recién nacido en un Lada. Es cierto que los nacimientos aumentaron ligeramente los meses de junio pero, vamos, que mucha eficacia no podían tener estas cosas.
¿Y qué pasó en los países socialistas con la esperanza de vida? Pues subió, pero no hasta los niveles de la Europa occidental. En 1989 la esperanza de vida en los países socialistas europeos era de 70 años, mientras que en la Unión Europea era de 76. 70 años es poco, pero hay que tener en cuenta que en 1948 la esperanza de vida en esos países, arrasados por la guerra, era de 59 años. En lo que sería la Unión Europea era 66 años. Por tanto, hubo una cierta reducción de las diferencias, aunque la situación final siguiera siendo tan desfavorable.
He hablado de lo que sucedió con la población en los países socialistas hasta la caída del muro. Una doble crisis demográfica, la de la guerra y la de la baja natalidad. Pero durante la transición al capitalismo las cosas empeoran, podríamos hablar de una tercera crisis demográfica, esta vez asociada a la transición económica, la incertidumbre y la emigración masiva. La transición fue caótica: inflación, desempleo, desaparición de redes de apoyo estatal (como guarderías, permisos maternales largos, vivienda pública). Muchas parejas postergaron o descartaron tener hijos ante la incertidumbre. La tasa de fecundidad cayó abruptamente; por ejemplo, por debajo de los 1,3 hijos por mujer en Rusia, Ucrania o Bulgaria. En algunos casos, como Letonia o Moldavia, la caída fue tan fuerte que la población empezó a decrecer de forma sostenida desde entonces. Letonia, por ejemplo, fue el primer país del mundo que bajó a una tasa de fecundidad de 1 hijo por mujer, en 1998. A Ucrania le sucede lo mismo en 2001, pero luego se recupera ligeramente hasta el 1,2 actual.
Junto con la caída de la natalidad, los cambios económicos y sociales, en los años 90, provocaron un aumento de la mortalidad, especialmente de la masculina. El alcoholismo aquí es un factor importante. Os dejo un dato sobre la Federación rusa: en 1989 la esperanza de vida en Rusia era de 69 años. Cinco años después, en 1994, de 64 años. Para los hombres, todavía peor: bajó hasta los 58 años. Un hombre ruso tenía una esperanza de vida de 58. En la Unión Europea, 72 años. 14 años más.
En Rusia, las políticas pronatalistas que se implantaron desde 2006 han tenido poco efecto. La pérdida de población estimada es de más de 400.000 personas anuales. La pérdida de población joven en Rusia se ha dejado notar en la guerra de Ucrania, donde el ejército ruso ha tenido que contratar a soldados norcoreanos. Aunque, como hemos visto, Ucrania no está mucho mejor.
En la actualidad, todos los países exsocialistas enfrentan retos muy similares, una crisis demográfica estructural: baja fecundidad, envejecimiento profundo y pérdida sostenida de población. Quizás los casos más extremos son los de Rumanía y Bulgaria, donde la emigración ha afectado especialmente y la pérdida de población es mayor.
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Y ahora, como siempre, una última sección del episodio: Miradas sobre el declive. Aquí hablo de un libro, artículo, película o documental que puede ayudarnos a entender mejor los temas que tratamos. En esta ocasión, voy a comentar una página web, la página web del movimiento Birth Strike, como Huelga de Nacimientos. La web es www.birthstrikemovement.org. Ahí tenéis una serie de artículos y de vídeos, entrevistas, reseñas de libros sobre el movimiento Birth Strike. La iniciativa promueve la decisión voluntaria de no tener hijos como forma de protesta frente a la crisis climática y las condiciones sociales y económicas adversas. Va en la línea de lo que discutíamos en el episodio 10, sobre el decrecentismo. Os voy a leer los titulares, así en letra grande, que aparecen en la portada de la web y así ya rápidamente sabéis de qué va.
¿Estás aterrorizada sobre el futuro que le espera a los jóvenes de ahora y del futuro? ¿Quieres maximizar tu impacto positivo en la crisis del cambio climático? ¿Estás cansada de líderes que ignoran las necesidades de la humanidad y perpetúan un estado constante de consumo y destrucción? Puedes proteger a los niños a la vez que luchas contra el cambio climático y la corrupción sistemática rechazando la procreación.
Es un poco contradictoria la propuesta, porque para proteger a los niños lo que se hace es no tenerlos. Claro, muerto el perro se acabó la rabia, pero no parece tener mucho sentido.
El movimiento de Huelga de Nacimientos fue fundado por la activista Blythe Pepino, que es también música, no muy conocida, pero música. Según ella, el movimiento busca visibilizar la angustia que muchas personas sienten ante la perspectiva de traer hijos a un mundo en crisis. Existe, también, una comunidad de apoyo para las mujeres en huelga de nacimientos, para compartir experiencias.Se puede también leer un artículo de The Guardian al respecto de las huelguistas de nacimientos. Se llama “Huelga de nacimientos: conoce a las mujeres que rechazan tener niños hasta que termine el cambio climático”.
Algunas de las mujeres de este movimiento participan también del grupo Extinction Rebellion, que ha llevado a cabo acciones como lanzar cubos de pintura roja a la puerta del 10 de Downing Street para simbolizar “la muerte de nuestros niños” por el cambio climático. Pero yo sigo preguntándome lo mismo: ¿la muerte de qué niños, si antes no los tienen?
Aunque no directamente vinculado al movimiento Huelga de nacimientos, hay un libro de 2019, de Jenny Brown, que se llama Birth Strike: The Hidden Fight over Women's Work. Brown argumenta que la disminución de las tasas de natalidad en países desarrollados puede interpretarse como una forma de "huelga" reproductiva, donde las mujeres, enfrentadas a condiciones laborales y sociales precarias, optan por no tener hijos como protesta contra un sistema que no valora ni apoya adecuadamente la crianza.
Hay movimientos similares que han surgido en otros países, como Conceivable Future en Estados Unidos y No Future No Children en Canadá.
En fin, en el episodio 10, sobre el decrecentismo y sus propuestas sobre la población ya expresé mi opinión, que es abiertamente negativa, sobre estas propuestas. Creo que forman parte de una ideología que, básicamente, está negando la capacidad de los seres humanos para superar sus problemas, por graves que sean. Está negando, en realidad, la esencia de lo que es humano.
En los próximos episodios seguiremos explorando en profundidad las causas del declive de la natalidad, las consecuencias económicas y sociales del envejecimiento y las distintas respuestas que se han planteado, desde incentivos a la natalidad hasta reformas en el sistema de pensiones. También veremos casos concretos de países que han intentado revertir esta tendencia y debatiremos el papel de la inmigración en la dinámica demográfica. Si te interesa comprender cómo estos cambios afectarán nuestras vidas y al mundo en el que vivimos, puedes apretar el botón para seguir el podcast.
Ya sabéis, en las notas de descripción del podcast tenéis la dirección de correo por si queréis escribirme con cualquier comentario o sugerencia.
Nos escuchamos en el próximo episodio de 2,1 hijos. ¡Hasta entonces!