2,1 hijos

Decrecentismo: ideología sin hijos

Jorge Calero Season 1 Episode 10

En este episodio hablo de cómo desde ciertas posiciones está bien vista la caída de la natalidad, dentro de un proceso más general de decrecimiento, no sólo de la población, sino de la actividad económica en general. Después de explicar las razones de ese decrecentismo, con el que ya os digo que no estoy nada de acuerdo, expongo una serie de argumentos en su contra, argumentos que son tanto técnicos como sociales y éticos. Y, en la sección de “Miradas sobre el declive” hablaré de la película Children of Men, una distopía sobre una sociedad en la que han dejado de nacer niños.

En este podcast exploro uno de los cambios más profundos y silenciosos que nos están afectando: el declive demográfico.

¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro? Bienvenidos a 2,1 hijos. Yo soy Jorge Calero.

Vamos con un nuevo episodio, que se llama “Decrecentismo: ideología sin hijos”. Hablaré de cómo desde ciertas posiciones está bien vista la caída de la natalidad, dentro de un proceso más general de decrecimiento, no sólo de la población, sino de la actividad económica en general. Después de explicar las razones de ese decrecentismo, con el que ya os digo que no estoy nada de acuerdo, expongo una serie de argumentos en su contra, argumentos que son tanto técnicos como sociales y éticos. Y, en la sección de “Miradas sobre el declive” hablaré de la película Children of Men, una distopía sobre una sociedad en la que han dejado de nacer niños.

En la entrada del podcast siempre hablo de la caída de la natalidad como un cambio “silencioso”. Digo eso porque no es un problema muy visible, a la gente en general no le preocupa y no está en la primera línea, ni mucho menos, de la agenda política. Esto último se debe en parte a que es un problema con efectos en el largo plazo, por lo que es menos relevante para los políticos. Pero, también, porque desde una zona del espectro político no se ve con malos ojos el decrecimiento de la población. Es una zona que coincide con la izquierda política, para la que el decrecimiento de la población es bueno en el contexto del decrecimiento económico. 

El decrecentismo sostiene que la economía debe replegarse voluntariamente para no ejercer una presión excesiva sobre los recursos del planeta. Una de sus ideas centrales es la conveniencia de la reducción planificada de la población: menos habitantes implican menos presión sobre los ecosistemas, menor demanda de energía y, según ellos, más margen para garantizar bienestar sin rebasar la capacidad de carga de la Tierra. Una propuesta parecida a la del decrecentismo es la del retardismo, que propone ralentizar el crecimiento económico mientras se reduce la población para ganar tiempo y evitar un colapso abrupto.

¿Cuáles son los antecedentes principales del decrecentismo? Sin extenderme mucho, me referiré a tres. Primero, Malthus. De hecho, se ha llamado “neomalthusianismo”, en el sentido de que actualiza la tesis de Malthus: la población crece geométricamente mientras los recursos lo hacen aritméticamente, generando tensiones medioambientales y sociales. Segundo, más recientemente, el Informe Meadows del Club de Roma (1972), titulado Los límites al crecimiento. Este informe, que tuvo en su día un impacto enorme, señaló cómo el crecimiento demográfico y económico iba a agotar los recursos del planeta, con un riesgo de colapso final. Tercer antecedente, un libro de Nicholas Georgescu-Roegen, de 1971, La ley de la entropía y el proceso económico. Georgescu-Roegen plantea en este libro que la actividad económica transforma recursos ordenados (baja entropía) en residuos desordenados (alta entropía), limitando el crecimiento. Sostiene que la Humanidad debe avanzar hacia una «sociedad biológica estable», con una población más pequeña y consumo moderado.

El decrecentismo tiene diferentes ramas y muchas posiciones, pero en general se comparte una idea muy negativa sobre la posición de la especie humana en el planeta. En el extremo, se llega a hablar de las personas como un virus, por su comportamiento expansivo. Se introducen conceptos como “capacidad de carga”, la cantidad máxima de seres humanos que un territorio puede sostener indefinidamente sin degradar sus ecosistemas. También, de “huella ecológica per cápita”, una medida del territorio productivo necesario para mantener el estilo de vida de una persona. Con respecto a la natalidad, algunos estudios dentro de esta corriente contabilizan las toneladas de CO2 que genera el nacimiento de un niño en los países avanzados. 

Y ¿cuáles son las estrategias que proponen utilizar los decrecentistas para controlar la población? En realidad, estas propuestas son poco conocidas, porque en los países avanzados no hace falta hacer nada para reducir la natalidad. En todo caso, los decrecentistas proponen acceso universal a la planificación familiar y a la educación reproductiva; esto es algo que genera poca controversia. Pero hay otras propuestas que sí son más controvertidas. Por ejemplo, eliminar o reducir los incentivos a la natalidad, retirando deducciones fiscales y prestaciones. O, también, divulgar la huella de carbono de los hijos. Y, finalmente, promover la adopción, simplificando los trámites y proporcionando ayudas a la adopción nacional e internacional.

En la línea no ya de las políticas públicas, sino de la acción comunitaria, podríamos hablar de los colectivos childfree, donde se juntan personas que han decidido voluntariamente no tener hijos. Las motivaciones de estos grupos incluyen la autonomía personal, la priorización de otros proyectos de vida y, en el marco decrecentista, la reducción de la huella ecológica asociada a la natalidad. 

Hay un libro de Vegard Skirbekk, que es un economista noruego, que se llama Decline and Prosper!, de 2022. Este libro es un buen resumen actual de las propuestas decrecentistas en materia de población.

Pero veamos cómo se plasman estas propuestas más en el nivel divulgativo, a ras de suelo, en los medios de comunicación. En realidad, no hace falta explorar mucho; haciendo una pequeña búsqueda en Google aparecen muchos artículos que transmiten estas propuestas decrecentistas, que las divulgan. Iba a decir esta ideología decrecentista, porque la verdad es que la corriente no es sólo una propuesta técnica o económica, sino que tiene mucho de ideología política, luego hablaré de ello. Nos encontramos estas propuestas de divulgación constantemente, y cada vez más. Mirad algunos de los títulos y subtítulos que salen sin buscarlos mucho en esta búsqueda. Cuatro artículos de El País y dos de la BBC:

Por ejemplo, un artículo de Angélica Gallón (2022): “No tener hijos para no contribuir a la debacle ambiental”

Otro artículo de Isabel Valdés (2024) el subtítulo es “Cada vez hay más mujeres que deciden no ser madres, no por infertilidad, sino porque no lo desean o no pueden permitírselo”.

Idoia Ugarte (2021) “Tener hijos es un lujo que no me puedo permitir”

Diana Oliver (2025) “Desmontando el mito de la maternidad”

Y aparte de estos cuatro artículos de El País, dos de la BBC “No voy a tener hijos porque quiero salvar el planeta”

Otro de la BBC, de Irene Hernández (2018) "No es ético tener hijos biológicos”

Todos estos artículos comparten un mensaje común: cuestionan la opción de la maternidad en función de cuestiones ecológicas, en función de la precariedad económica, la sobrecarga de trabajo para las mujeres y de nuevas formas de entender la realización personal. En conjunto, estos artículos reflejan las propuestas ideológicas del antinatalismo o intentan divulgarlas.

Pero veamos qué problemas tiene el decrecentismo, qué críticas justificadas se le pueden plantear. Yo, la verdad, le veo muchísimos problemas. Los voy a separar entre una serie de problemas técnicos, primero, y después, otros problemas sociales y éticos.

Sobre los primeros, problemas técnicos. Para mí es esencial que el decrecentismo no tiene bien en cuenta ni el efecto de los precios ni el efecto de la innovación. Los precios: cuando algo escasea, suben, y eso anima a usarlo mejor o a buscar sustitutos. El discurso decrecentista no tiene en cuenta el mecanismo de los precios y esto hace que tienda a dibujar escenarios de agotamiento de los recursos más rápidos de lo que realmente ocurre. Por ejemplo, en el Informe del Club de Roma de 1972 se preveía que entre 2020 y 2030 se llegaría a una disminución crítica de los recursos de petróleo, sin tener en cuenta que la mayor escasez de petróleo hace que el precio más alto, se busquen sustitutos y, también, que sean rentables nuevas explotaciones que antes no lo eran. Es justamente lo que ha sucedido desde el año 1972.

Otro problema importante del decrecentismo es que subestima la innovación. Las proyecciones de colapso se quedan viejas enseguida por esta subestimación de la innovación. Pensemos en el ejemplo de cómo las fábricas están utilizando procesos de producción menos intensivos en materias primas. También se subestiman las economías de escala. Si la población empieza a reducirse hay una serie de servicios que hoy se pueden prestar por el hecho de que hay economías de escala (transportes, comunicaciones, hospitales grandes, por ejemplo) que empezarían a ser inviables por el aumento de los costes. Hay que tener en cuenta que una disminución de la población por caída de la natalidad es una disminución exponencial, en un proceso tan rápido y tan difícil de controlar como el que fue el proceso de incremento de la población durante el siglo XX, pero justamente al revés.

Consideremos, también, que un proceso de decrecimiento de la población no es sólo que hay menos gente, sino, también, que la que hay tiene más edad. Una población envejecida, que genera dificultades y necesidad de recursos adicionales para pensiones, sanidad y cuidados de largo plazo. Veíamos en un episodio anterior cómo un informe de la AIREF estimaba cómo el envejecimiento de la población iba a incrementar el déficit público en los próximos años en los próximos años en España.

Pero también hay un conjunto de problemas que son éticos y sociales que deben tenerse muy en cuenta a la hora de valorar las propuestas decrecentistas. El primer problema de este tipo tiene que ver con posibles restricciones a los derechos. Cuando se equipara a los humanos con una plaga se abre la puerta a restringir derechos y libertades en nombre del medioambiente. Un segundo problema se sitúa en que los países avanzados ya tienen muy poca natalidad, por lo que el decrecentismo, si quiere ser efectivo, tiene que aplicarse más bien en países africanos pobres, donde la natalidad todavía es alta. Y eso tiene un aroma bastante racista, o xenófobo. Es algo parecido a lo que sucede no ya con la población, sino con el consumo de recursos como la energía: desde los países avanzados se pide una reducción del consumo de energía justamente a países que necesitan esa energía en su proceso de desarrollo.

Y, finalmente, muy frecuentemente desde estas posiciones se está romantizando la escasez, incluso la pobreza. Se da una cierta idealización de la austeridad material, lo que podemos llamar “pobrismo”. Claro, la defensa de la vida austera se hace por personas con recursos, desde países avanzados, desde la comodidad, pero quien ya vive en precariedad no ve tan idílico el asunto. Esto es una de esas “creencias lujosas”, en el sentido de Rob Henderson: los privilegiados defienden formas de vida que en realidad son perjudiciales para los menos afortunados.

 

Me he referido al decrecentismo como una ideología, no como una teoría científica. Lo hago así porque el decrecentismo arranca de una valoración, de una visión normativa, de una opinión. Una opinión acerca de cómo debe organizarse la sociedad para hacer frente a las dificultades (ellos hablan de límites) del crecimiento económico. Lo que postulan los decrecentistas está fundamentado más en consideraciones éticas y políticas que en demostraciones empíricas. No podemos saber cómo funcionaría realmente la economía que se propone, no podemos saber si sería viable, o si sería justo. Esto los sitúa dentro del ámbito de las ideologías que intentan orientar la acción, más que en el ámbito de la ciencia. 

Recortar la población, o aceptar sin hacer nada el descenso de la población parece un atajo para aliviar la presión ecológica, pero genera grandes incógnitas técnicas y dilemas de derechos y justicia. Antes de fijar metas para reducir la población, conviene utilizar primero todo lo que pueden ofrecer la innovación y la eficiencia. Hay una frase que me parece muy correcta, que dice “Si cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”. Pues podríamos decir algo similar de los niños: “Si usted cree que los hijos son caros, piense en lo caro que es no tenerlos”. Y esto se puede aplicar tanto a una sociedad en su conjunto como a cada persona en particular.

Y ahora, como siempre, una última sección del episodio: Miradas sobre el declive. Aquí hablo de un libro, artículo, película o documental que puede ayudarnos a entender mejor los temas que tratamos. En esta ocasión, voy a recomendaros la película “Children of Men”, Hijos de los hombres. Es una película del director mejicano Alfonso Cuarón, del año 2006. Cuarón es el director de otras películas muy conocidas, como Gravity, Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkaban y Roma. Creo que ha dirigido ocho películas; a mí las dos que más me gustan son Children of Men y Roma, son buenísimas. Children of Men se una adaptación de la novela de P. D. James, del mismo título.

La película es de ciencia ficción, postapocalíptica. Es una distopía que tiene lugar en 2027 (ya queda poco para llegar en la realidad). Estamos en Londres, en 2027, y hace 18 años que no nace ningún bebé. Por algún motivo que se desconoce las mujeres han dejado de tener niños. Han asesinado a la última persona que había nacido, hace 18 años. No hago mucho spoiler si digo que nace una niña a la que hay que proteger de una serie de amenazas. Y, como dice la frase del Talmud, “Quien salva una vida, salva el mundo entero”. En este caso, nunca mejor dicho. 

La película está filmada como un documental, como si alguien siguiera a los personajes con una cámara. Hay un total de seis planos secuencia, que suman 32 minutos del metraje. Es una película formidable, con unas actuaciones y una dirección buenísimas.

En cuanto al contenido, la película nos habla de una sociedad arrasada por la falta de nacimientos. Aparecen varios temas muy bien seleccionados. Aunque el Reino Unido es de los pocos sitios que no ha caído en la anarquía total, las instituciones se tambalean. El futuro no importa, la sociedad, las personas, están apáticas. Lo de intentar dejar un mundo mejor para el futuro ya no tiene sentido, claro, porque no hay futuro. 

Temas clave en la película son el envejecimiento y la inmigración. Por ejemplo, con respecto al envejecimiento: el gobierno ha establecido un programa que incentiva la eutanasia. Hay un personaje, interpretado por Michael Caine, que tiene una mujer enferma de Alzheimer, y, la verdad, esa parte de la película es muy dura. En cuanto a la inmigración, la película describe cómo una gran cantidad de inmigrantes intenta entrar al Reino Unido y son encerrados en campos, antes de ser deportados. En esos campos, especialmente, se producen revueltas muy violentas, con grupos armados. Algunas escenas, hacia el final de la película, son similares a las que vemos en Gaza o en su momento en Beirut.

Children of Men nos muestra lo que significa, puede significar, un mundo sin nacimientos, no solo en términos demográficos, sino también sociales y emocionales. La película plantea cuestiones que son muy relevantes hoy, en un contexto real de caída de la natalidad.

En los próximos episodios seguiremos explorando en profundidad las causas del declive de la natalidad, las consecuencias económicas y sociales del envejecimiento y las distintas respuestas que se han planteado, desde incentivos a la natalidad hasta reformas en el sistema de pensiones. También veremos casos concretos de países que han intentado revertir esta tendencia y debatiremos el papel de la inmigración en la dinámica demográfica. Si te interesa comprender cómo estos cambios afectarán nuestras vidas y al mundo en el que vivimos, puedes apretar el botón para seguir el podcast.

Ya sabéis, en las notas de descripción del podcast tenéis la dirección de correo por si queréis escribirme con cualquier comentario o sugerencia.

Nos escuchamos en el próximo episodio de 2,1 hijos. ¡Hasta entonces!

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