
2,1 hijos
En este podcast exploramos uno de los cambios más profundos y silenciosos que están transformando nuestras sociedades: el declive demográfico.
¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro?
Un podcast de Jorge Calero.
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2,1 hijos
Las políticas para tener más niños ¿consiguen que haya más niños?”
En este episodio vamos a describir las diferentes políticas de apoyo a la natalidad y vamos a ver si logran o no elevar la tasa de fecundidad. Y, en la sección “Miradas sobre el declive” recomendaré un libro de Bryan Caplan, “Razones egoístas para tener más niños”.
Entrada de Libertad González en el blog Nada es gratis: https://nadaesgratis.es/admin/la-baja-de-paternidad-y-los-efectos-indeseados-de-las-politicas-publicas
Artículo de Bergsvik et al. (2021): https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/padr.12431
Bryan Caplan (2011) Selfish reasons to have more kids. Basic Books.
En este podcast exploro uno de los cambios más profundos y silenciosos que nos están afectando: el declive demográfico.
¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro? Bienvenidos a 2,1 hijos. Yo soy Jorge Calero.
Vamos con un nuevo episodio, que se llama “Las políticas para tener más niños: ¿consiguen que haya más niños?” En este episodio vamos a describir las diferentes políticas de apoyo a la natalidad y vamos a ver si logran o no elevar la tasa de fecundidad. Y, en la sección “Miradas sobre el declive” recomendaré un libro, un libro de Bryan Caplan, “Razones egoístas para tener más niños”
Primero, un poco de historia sobre las políticas pronatalistas. Uno de los primeros ejemplos históricos de este tipo de políticas en Europa lo encontramos en la Francia napoleónica, donde a principios del siglo XIX se ofrecían incentivos económicos a las familias numerosas, especialmente aquellas con muchos hijos varones que pudieran servir al ejército. Ya en el siglo XX, en la Italia fascista de Mussolini se promovió activamente la natalidad a través de subsidios familiares, premios a las madres con más hijos y penalizaciones fiscales a los solteros. En la Alemania nazi, las mujeres con cuatro o más hijos "arios" (definidos como “arios”) recibían la Cruz de Honor de la Madre Alemana (oro, plata y bronce). En España existieron también, durante el franquismo pagos mensuales modestos en función del número de hijos. Por ejemplo, en 1950 se pagaban unas 25 pesetas mensuales por el segundo hijo. Esta cantidad equivale solamente a 7 euros de 2025, pero hay que tener en cuenta que en 1950 el salario medio era muy bajo, equivalente a unos 300 euros al mes de 2025, por lo que esas 25 pesetas por hijo suponían en torno al 2,3% de un salario medio. Estas políticas están enfocadas en el control demográfico desde el Estado por motivos nacionalistas, militares y raciales. Por eso, no es de extrañar que, incluso hasta hoy, las políticas pronatalistas hayan causado controversias profundas.
Con un enfoque algo diferente, el gobierno sueco comenzó a aplicar medidas pronatalistas a partir de 1938, políticas que han configurado el modelo más extendido en las décadas recientes. Vimos en un episodio anterior cómo tan pronto como en 1934 Alva Myrdal y Gunnar Myrdal alertaban sobre la crisis demográfica en Suecia. Las medidas que se empezaron a aplicar en Suecia incorporaban asignaciones familiares (es decir, pagos por cada hijo) dirigidas inicialmente a familias de bajos ingresos, atención sanitaria gratuita para mujeres embarazadas y niños y, también la expansión de la educación infantil, las guarderías, para permitir que las mujeres combinaran maternidad y trabajo.
En Francia, en 1945 se crean las asignaciones familiares, inicialmente a partir del segundo hijo. En Alemania, en 1955, empieza a concederse la Kindergeld, una asignación familiar que al principio se concedía a partir del tercer hijo. Pero fue a partir de la década de los noventa cuando se empiezan a aplicar políticas pronatalistas en casi todos los países avanzados con bajas tasas de fecundidad.
Para organizar un poco las posibles prestaciones, las podemos clasificar en cinco grupos.
En primer lugar, las políticas de ayudas económicas directas, que intentan reducir el coste económico de tener hijos. Entre ellas estarían las asignaciones económicas mensuales por hijo, como las que hemos mencionado de Francia y Alemania; también, los pagos únicos al tener un hijo, como el cheque bebé, y las reducciones y deducciones fiscales por número de hijos. También, existen subvenciones en algunos servicios, como el transporte gratuito para niños y jóvenes.
El segundo grupo, de políticas laborales y de conciliación, que buscan hacer más compatible la maternidad/paternidad con la vida profesional. En este grupo estarían los permisos remunerados por maternidad y paternidad, la flexibilización de los horarios laborales, el derecho a jornada reducida o teletrabajo para padres con hijos pequeños, y la protección legal contra el despido de madres y padres recientes
En tercer lugar, el facilitar el acceso a guarderías, a escuelas infantiles. Es un tipo de ayuda que tiene bastante de política de conciliación, porque permite que madres y padres trabajen, pero tiene también un indudable componente educativo. La educación infantil tiene un potencial muy importante para compensar la falta de educación de las familias con menos recursos.
En cuarto lugar, las ayudas para familias numerosas, como el acceso prioritario a vivienda pública o reducciones en el pago de matrículas educativas y becas para las familias con varios hijos.
Y, finalmente, en quinto lugar, un tipo de política muy reciente, la financiación pública de tratamientos de fertilidad asistida.
Y ¿cuál es el efecto de estas políticas? ¿Consiguen realmente que las mujeres tengan más hijos? El efecto agregado parece que existe, pero es modesto. A modo de resumen, podemos decir que una buena estimación, siempre con una cierta posibilidad de error, sería que el efecto agregado de un paquete completo de políticas natalistas eleva la tasa de fecundidad en sólo 0,2 hijos. Esto es lo que se estima en el estudio del Global Burden of Disease, el estudio que mencionaba en un episodio anterior y que aporta las estimaciones recientes más sólidas sobre la evolución futura de la tasa de fecundidad. Este paquete estándar de políticas, sobre el que se hace la estimación, está compuesto de prestaciones económicas directas, permisos de maternidad y paternidad extendidos, obertura de educación infantil y de otras formas de cuidados de alta calidad, y cobertura pública de tratamientos de infertilidad. Con todo esto, incremento de 0,2 hijos.
Veamos qué sucede con algunas políticas específicas, porque la eficacia varía mucho entre políticas. Aparte de algún estudio que voy a ir mencionando, hay una revisión sistemática de estudios experimentales y cuasiexperimentales que nos puede ser muy útil. Es de tres investigadoras noruegas, encabezadas por Janna Bergsvik, y está publicado en 2021. Hay que decir que la evaluación del efecto de las políticas es muy complejo: para alcanzar un resultado que permita decir que un cambio en la fecundidad está causado -enfatizo lo de causado- por una política, se necesita un tipo de estudio para el que no suelen existir datos, los estudios experimentales o cuasiexperimentales. Por otra parte, la mayor parte de las políticas que se pueden evaluar son demasiado pequeñas para tener efectos medibles sobre la fecundidad.
En todo caso, veamos qué nos dice la evidencia que tenemos hasta el momento. Dentro del primer grupo de políticas, el de ayudas económicas directas, tenemos una serie de evidencias. Por ejemplo, en un estudio serio, de Blanchet y Ekert-Jaffé, se estima que las prestaciones familiares en Francia provocaron un aumento en la tasa de fecundidad en aproximadamente 0,2 hijos por mujer. En general, la evidencia apunta a que los efectos de las transferencias económicas normalmente son positivos, pero transitorios. Pueden adelantar nacimientos que habrían ocurrido más tarde, pero no parecen aumentar significativamente la fecundidad final. Esto se ha observado tanto en los países escandinavos como en Canadá, donde el aumento inmediato de nacimientos no se mantuvo a largo plazo. Los efectos suelen ser mayores entre familias con ingresos bajos o medios.
Veamos lo que sucedió con un caso muy específico de transferencia económica, el cheque bebé en España. Se trataba de un pago único de 2.500 euros que estuvo vigente entre 2007 y 2010. La economista Libertad González encontró un pequeño aumento en la natalidad entre 6 y 15 meses después de la introducción del cheque, pero este aumento fue transitorio. El cheque bebé permitió a muchas madres posponer su reincorporación al mercado laboral, pero no se tradujo en un incremento sostenido de la tasa de natalidad en España. Además, el cheque bebé tuvo un efecto desastroso, aunque quizás poco conocido, cuando se interrumpió en 2010. Sucedió que unos 2.000 partos programados se adelantaron una o dos semanas para cobrar el cheque bebé cuando éste iba a dejar de pagarse. En fin, este es un buen ejemplo de los efectos no deseados de las políticas públicas. Y, también, de cómo el dinero modifica el comportamiento de las personas incluso cuando está en juego la salud de sus hijos.
Dentro del segundo grupo, el de las políticas laborales y de conciliación, el efecto de los permisos de maternidad y paternidad sobre la tasa de fecundidad se ha descrito muy frecuentemente como ambiguo, no quedaba claro si era positivo o neutro. Sin embargo, en la revisión de Bergsvik, con nuevas evidencias, aparece que el efecto es positivo. Este efecto es más fuerte cuando los permisos se combinan con incentivos a la reincorporación laboral y cuando son suficientemente generosos en duración y en compensación económica. Además, los efectos son mayores entre personas con ingresos más altos, lo que puede generar desigualdades.
Sobre el efecto de los permisos de paternidad (específicamente para padres) hay un resultado bastante curioso, que podéis encontrar en una entrada del blog “Nada es gratis” escrita también por Libertad González (pongo link en la descripción del episodio). Este resultado es que las familias que tuvieron acceso a la baja de paternidad cuando se estableció en España tardaron más en tener el siguiente hijo que las que no tuvieron permiso de paternidad, y muchas de ellas de hecho no tuvieron más hijos. Esto tiene que ver con que el número deseado de hijos cayó bastante para los hombres, mientras que aumentó un poco para las mujeres. Un efecto no deseado de las políticas natalistas. Detrás de ello está una situación que parece, otra vez, un cliché sexista: los hombres, durante el permiso de paternidad, se dan cuenta de lo que es cuidar de un bebé y deciden que el asunto les interesa menos.
Las políticas de financiación de educación infantil, guarderías, son las que tienen más claramente un efecto positivo sobre la tasa de fecundidad. Se encuentran efectos positivos y duraderos sobre la fecundidad especialmente en estudios sobre Noruega, Alemania y Bélgica.
La revisión de las políticas pronatalistas indica que, aunque algunas pueden tener efectos positivos en el bienestar familiar y la igualdad de género, su impacto en el aumento de la tasa de fecundidad es algo limitado y, frecuentemente, temporal (sobre todo en el caso de las transferencias monetarias) Se ha identificado, además, que los efectos sobre la fecundidad de las políticas son decrecientes, menguantes, que se van reduciendo a medida que las personas adaptan sus expectativas y dan por descontado el apoyo que proporcionan las políticas. En todo caso, los factores socioeconómicos y culturales parecen jugar un papel más determinante en las decisiones reproductivas que el efecto directo de las políticas. El número que mencionaba al principio, ese incremento de 0,2 hijos, es bastante esclarecedor.
Y ahora, como siempre, la segunda sección del episodio: Miradas sobre el declive. Aquí hablo de un libro, artículo, película o documental que puede ayudarnos a entender mejor los temas que tratamos. En este episodio voy a hablar de un libro del economista norteamericano Bryan Caplan. Un libro de 2011, que se llama Selfish Reasons to Have More Kids, Razones egoístas para tener más hijos.
Caplan, el autor, es más conocido por su teoría sobre el voto, que aparece en su libro El mito del votante racional. Allí dice que votar no es un acto tan racional como se suele pensar. Según Caplan, como el voto individual no cambia el resultado de una elección y no tiene costes para el votante, las personas tienden a votar siguiendo sus emociones, sesgos ideológicos o creencias erróneas, en lugar de informarse a fondo o actuar con lógica económica. Esta situación hace que, colectivamente, los votantes tomen decisiones que no necesariamente conducen al bienestar general.
Pero vamos al libro sobre los hijos: Razones egoístas para tener más hijos está publicado en 2011. No está traducido al español. Es un libro muy provocador, un poco gamberro, la verdad, en esa tradición gamberra de bastantes economistas. La idea básica es la que está en el título: hay motivos egoístas para que tengamos más hijos.
Bryan Caplan plantea que en los países desarrollados, muchas personas tienen menos hijos de los que realmente querrían… si se atrevieran a replantearse ciertas ideas que tienen muy interiorizadas. Según él, la decisión de tener pocos hijos, o no tener hijos suele estar marcada por miedos exagerados, por una visión demasiado perfeccionista de lo que significa ser padre o madre. Sobre todo, en el caso de los grupos con más recursos económicos y culturales. Caplan utiliza un estilo muy directo, coloquial, pero aporta argumentos económicos y estudios psicológicos, para proponer que miremos a la paternidad de una manera más relajada. Y una mirada más egoísta. Es decir, que los padres y madres potenciales dejen de lado los ideales imposibles y se centren más en el bienestar propio.
Uno de los elementos centrales del libro es la revisión de estudios sobre gemelos y adopciones. A partir de esa evidencia, Caplan sostiene que el entorno familiar no influye tanto como creemos en cómo acaban siendo nuestros hijos: ni en su personalidad, ni en su inteligencia, ni en su éxito futuro. Claro, desde hace muchos años los estudios y las políticas públicas han estado muy centradas en lo que aporta el entorno social y familiar a la educación de los niños. A estas ideas, Caplan contrapone los estudios sobre gemelos, más centrados en lo que aporta la genética. Si muchas de las características de los hijos, en cuanto a educación, sobre todo, vienen determinados más por la genética que por la crianza, entonces los padres no tenemos tanto control como pensamos sobre el futuro de sus hijos. Y, si esto es así ¿para qué tanto estrés? ¿para qué tantos sacrificios? Caplan propone que deberíamos dejar de intentar ser madres y padres perfectos, bajar un poco las expectativas… y disfrutar más del proceso. De hecho, cree que si la gente entendiera esto, estaría más dispuesta a tener hijos o a tener más hijos, porque la experiencia no tendría por qué vivirse como una carga constante.
El libro también se mete de lleno en desmontar muchas de las razones que la gente da para no tener hijos: el coste económico, la pérdida de libertad, el cambio radical de vida. Caplan responde con datos y con ejemplos y dice dos cosas: primero, que muchos de esos “costes” son opcionales —como pagar colegios privados o cargar a los niños con actividades extraescolares— y, segundo, que los beneficios emocionales y sociales de tener hijos están muy subestimados. Para él, criar hijos no tiene por qué ser un sacrificio épico, sino una decisión práctica que puede aportar mucha felicidad a largo plazo. El mensaje de Caplan es sencillo: menos miedo, menos perfeccionismo, más hijos para el que los quiera.
Caplan propone ese cambio cultural desde una perspectiva liberal: no propone políticas públicas para incentivar la natalidad, sino decisiones individuales más informadas (y más egoístas).
El libro tiene un estilo muy desenfadado y provocador, y aporta elementos que son valiosos como contraste con una serie de ideas muy asentadas que a veces aceptamos de forma acrítica. De todos modos, tampoco se debe llevar al extremo todo lo que dice. Las ideas de Caplan también se pueden cuestionar, porque, aunque la genética cuenta (y cada vez sabemos más de lo mucho que cuenta) el entorno familiar y las expectativas también deben tenerse en cuenta. También es un poco cuestionable que Caplan simplifica mucho los costes de criar hijos. En algunos contextos, sobre todo con pocos recursos, estos costes son muy relevantes.
En todo caso, Razones egoístas para tener más hijos es una buena lectura para seguir pensando en por qué tenemos tan pocos hijos y si merecería la pena tener más.
En los próximos episodios, seguiremos explorando en profundidad las causas del declive de la natalidad, las consecuencias económicas y sociales del envejecimiento y las distintas respuestas que se han planteado, desde incentivos a la natalidad hasta reformas en el sistema de pensiones. También veremos casos concretos de países que han intentado revertir esta tendencia y debatiremos el papel de la inmigración en la dinámica demográfica. Si te interesa comprender cómo estos cambios afectarán nuestras vidas y al mundo en el que vivimos, puedes seguir el podcast.
Ya sabéis, en las notas de descripción del podcast tenéis la dirección de correo por si queréis escribirme con cualquier comentario o sugerencia.
Nos escuchamos en el próximo episodio de 2,1 hijos. ¡Hasta entonces!