
2,1 hijos
En este podcast exploramos uno de los cambios más profundos y silenciosos que están transformando nuestras sociedades: el declive demográfico.
¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro?
Un podcast de Jorge Calero.
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2,1 hijos
Los setenta son los nuevos sesenta
Hemos visto en episodios anteriores que vivimos cada vez más. Buena noticia. Pero, ¿Cómo se viven esos años adicionales? ¿podemos comparar cómo es una persona de 70 años actualmente con cómo era una persona de 70 años de hace una generación? La evidencia que se va acumulando demuestra que las personas mayores actuales, en diferentes regiones del mundo, están envejeciendo con mejor salud y funcionalidad que las personas mayores generaciones anteriores. Podríamos hablar de un “nuevo envejecimiento”, un envejecimiento en el que se retrasa la aparición de enfermedades, hay mayor autonomía y las personas de edades avanzadas tienen mejores capacidades físicas y cognitivas.
Y en la segunda sección del episodio, Miradas sobre el declive, hablo de un vídeo que se titula "Israel's Religious Demographic Crisis” (La crisis demográfico-religiosa israelí), donde se explora cómo las altísimas tasas de fecundidad de los judíos ultraortodoxos están modificando el panorama político y social de Israel.
Referencia del artículo de Beard et al.:
Beard, J.R., Hanewald, K., Si, Y. et al. (2025) Cohort trends in intrinsic capacity in England and China. Nature Aging, 5, 87–98 (2025).
El link al video "Israel's Religious Demographic Crisis" en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=ST_eZwBIMDA
En este podcast exploro uno de los cambios más profundos y silenciosos que nos están afectando: el declive demográfico.
¿Por qué la población está disminuyendo y envejeciendo en tantos países? ¿Cuáles son las causas y las consecuencias de este fenómeno? Y, sobre todo, ¿cómo impactará en nuestro futuro? Bienvenidos a 2,1 hijos. Yo soy Jorge Calero.
Vamos con un nuevo epidodio, que se llama “Los setenta son los nuevos sesenta”. Hemos visto en episodios anteriores que vivimos cada vez más. Buena noticia. Pero, ¿Cómo se viven esos años adicionales? ¿podemos comparar cómo es una persona de 70 años actualmente con cómo era una persona de 70 años de hace una generación? La evidencia que se va acumulando demuestra que las personas mayores actuales, en diferentes regiones del mundo, están envejeciendo con mejor salud y funcionalidad que las personas mayores generaciones anteriores. Podríamos hablar de un “nuevo envejecimiento”, un envejecimiento en el que se retrasa la aparición de enfermedades, hay mayor autonomía y las personas de edades avanzadas tienen mejores capacidades físicas y cognitivas. No todo tenían que ser malas noticias, en este podcast.
Hay un concepto, el de “capacidad intrínseca”, que se ha convertido en el más utilizado recientemente para valorar el envejecimiento. Más allá de la ausencia de enfermedad, se trata de medir el conjunto de atributos mentales y físicos que permiten funcionar a una persona.
La capacidad intrínseca está compuesta por cinco tipos diferentes de capacidades: locomoción, cognición, vitalidad, función sensorial y bienestar psicológico. ¿Cómo se miden estas capacidades? Hay dos tipos de medidas: medidas objetivas y medidas subjetivas. Las primeras incluyen pruebas físicas estandarizadas, como la velocidad de la marcha (cruzar una distancia corta y medir el tiempo), la prueba de equilibrio, la fuerza de prensión manual o el test de levantarse de la silla y, en algunas encuestas, pruebas pulmonares o incluso análisis de sangre. Estas pruebas permiten identificar deterioro precoz en la movilidad. Las medidas subjetivas, por otro lado, se recogen a través de cuestionarios o entrevistas, donde la persona evalúa su capacidad para realizar actividades cotidianas, percibe su estado de ánimo o informa sobre síntomas cognitivos. Los dos tipos de medidas son complementarios y permiten llegar a una medida agregada.
En los últimos años se ha utilizado cada vez más la capacidad intrínseca para hacer comparaciones entre diferentes cohortes, entre diferentes generaciones. Cada vez hay más estudios que estiman cómo está evolucionando el envejecimiento, si con una misma edad las personas están mejor o peor que los que tenían esa misma edad hace unos años. Estudios que intentan también explicar las causas de esa evolución.
¿Cuáles son los resultados de estos estudios? Uno de los trabajos más representativos en este campo es el publicado por Beard y otros en Nature Aging, en el año 2024, que analizó datos longitudinales de Inglaterra (ELSA) y China (CHARLS). Tenéis la referencia del artículo en la caja de descripción del episodio. El análisis mostró que las personas nacidas en las décadas posteriores a 1940 presentaban, con la misma edad, niveles superiores de capacidad intrínseca que las cohortes anteriores, con mejoras especialmente marcadas en los dominios de cognición y locomoción.
Un estudio equivalente en Japón, de Sugawara y otros, de 2023, con datos del JAGES, el Estudio de la Agencia Japonesa para Evaluación Gerontológica, muestra cómo las personas mayores nacidas después de 1950 mostraban mejor movilidad, fuerza de prensión, memoria episódica (de sucesos concretos) y menor prevalencia de soledad y fragilidad comparadas con cohortes anteriores a igualdad de edad.
También se han encontrado evidencias consistentes en Estados Unidos. En un análisis del Health and Retirement Study (HRS) realizado por la Universidad de Michigan, se observa cómo los adultos mayores estadounidenses nacidos en la década de 1950 tenían un inicio más tardío de la discapacidad funcional que quienes nacieron en los años 1930 o 1940, aun después de controlar el efecto comorbilidad y el nivel educativo.
Sobre estos estudios hay que matizar que, cuando nos referimos a Japón, Estados Unidos y otros países que sufrieron la Segunda Guerra Mundial, se está comparando una cohorte afectada por la guerra y la posguerra durante su infancia con cohortes no afectadas por la guerra. Esto puede estar sobreestimando el efecto de mejora en esos países. Sin embargo, la mejora aparece también en países no afectados por la guerra.
Quisiera también decir algo sobre la encuesta europea sobre envejecimiento, la SHARE (Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe), en la que participa España. Es una encuesta longitudinal, que comenzó en 2004. Vamos ahora por la octava ola. Tiene como objetivo principal recopilar datos sobre la salud, la situación económica, relaciones sociales y condiciones de vida de las personas mayores de 50 años. Actualmente, participan 28 países europeos más Israel. Es una de las encuestas más amplias y rigurosas del mundo en el ámbito del envejecimiento. El diseño de SHARE permite hacer un seguimiento cada dos años de las mismas personas, es un panel, generando una base de datos muy extensa que combina encuestas detalladas a las personas con indicadores objetivos de salud y pruebas cognitivas y biomarcadores. Se recoge información sobre la presión arterial, la fuerza de agarre, la velocidad de marcha, la función pulmonar y en 2015 se llegó a recoger muestras de sangre en 12 países, entre ellos España, 24.000 muestras de sangre seca.
SHARE se financia a través de la Comisión Europea y está coordinado por la Universidad de Múnich, además de recibir apoyo de gobiernos nacionales y de instituciones académicas. Los datos son de acceso libre. Ha generado más de 6.000 publicaciones científicas. Es un pilar de la investigación sobre envejecimiento en Europa.
¿Qué podemos saber sobre el envejecimiento en España a partir de SHARE? SHARE ha mostrado una evolución positiva en la salud subjetiva, fuerza física y función cognitiva de los adultos mayores españoles. El informe de 2023 revela que, en comparación con los datos iniciales, las personas mayores de 65 años en España presentan mejores puntuaciones en tests de memoria y mayor independencia en actividades básicas. Sin embargo, las desigualdades entre regiones y los efectos del nivel de renta siguen siendo importantes condicionantes de esa mejoría.
En conjunto, estos estudios apuntan a un desplazamiento de la curva de deterioro funcional hacia edades más avanzadas, lo que se traduce en una compresión relativa de la morbilidad. Es decir, no solo se llega a la vejez con mejor capacidad intrínseca, sino que su caída es más lenta, lo que prolonga los años vividos con autonomía. Esta ralentización es especialmente notoria en personas con mayor educación, acceso regular a atención médica y condiciones de vida estables.
¿Qué está causando estos cambios? Los determinantes del incremento observado en la capacidad intrínseca son varios, y además se relacionan entre sí. Varios estudios recientes apuntan a cuatro grandes grupos de factores:
1. Determinantes socioeducativos. El nivel educativo ha sido uno de los predictores más robustos de capacidad funcional en la vejez. Hay un estudio del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica (2023) con datos europeos que encuentra que las diferencias de capacidad cognitiva entre cohortes se explicaban, en gran medida, por el mayor número de años de escolarización formal.
2. Cuidados sanitarias tempranas y nutrición. Los estudios han mostrado que las generaciones nacidas después de la Segunda Guerra Mundial estuvieron expuestas a mejores condiciones de higiene y alimentación durante la infancia, lo que ha generado un “efecto protector” en etapas posteriores de la vida. Un artículo en BMC Geriatrics (2022) con datos suecos y daneses destaca que este fenómeno puede explicar buena parte de la mejora en la capacidad de las personas mayores.
3. Hábitos saludables. En este campo destaca el efecto que puede tener la reducción del tabaquismo. Dejar de fumar en cualquier edad mejora la esperanza de vida. También, el incremento del ejercicio físico regular mejora el estado de salud a largo plazo.
4. Mejoras médicas y medicina preventiva. Aquí estaría la prevención y el manejo temprano de enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Lógicamente, las terapias también han mejorado
A pesar de las tendencias positivas que he ido comentando, hay algunos matices que también hay que tener en cuenta. Son de dos tipos:
Primero: aparecen algunas señales de estancamiento o incluso retroceso en la salud de las cohortes más recientes en algunos estudios referidos a Estados Unidos. Por ejemplo, en un estudio comparativo entre Estados Unidos y Europa, con datos de las encuestas HRS SHARE (2024) aparecen indicios de caída de la salud en Estados Unidos, mientras Europa se mantiene estable o mejora. En Estados Unidos, la obesidad y sedentarismo desde edades tempranas podrían estar erosionando la mejora del estado de salud de los mayores. También, se aprecia un aumento de enfermedades mentales y deterioro cognitivo leve en edades medias y mayores. Este estancamiento o retroceso no aparece en otros países, como los europeos.
Segundo, las mejoras en la capacidad intrínseca no se distribuyen de forma homogénea. Existen desigualdades que no se reducen entre grupos socioeconómicos y entre países en la salud de los mayores. Un análisis multinacional reciente publicado por la OMS (2023) encontró que, si bien existe una tendencia general de mejora en los países de ingresos medios-altos, la brecha entre grupos de renta alta y baja dentro de cada país ha crecido. Esto se manifiesta en tasas de discapacidad más altas y aparición más temprana del deterioro funcional para las personas con menor escolarización, ingresos reducidos o trayectorias laborales más precarias.
Y ahora, como siempre, la segunda sección del episodio: Miradas sobre el declive. Aquí hablo de un libro, artículo, película o documental que puede ayudarnos a entender mejor los temas que tratamos. En este episodio voy a hablar de un vídeo, de media hora, que se puede encontrar en Youtube (pongo el link en la caja de descripción del episodio). Se titula "Israel's Religious Demographic Crisis” (La crisis demográfico-religiosa israelí) y es de un canal de Youtube llamado WonderWhy.
El video habla de la demografía de Israel, una demografía muy peculiar. En Israel las tasas de fecundidad de los diversos grupos religiosos son muy diferentes, y esto tiene implicaciones políticas y sociales muy importantes. Israel tiene actualmente una tasa de fecundidad muy alta, bien por encima de la tasa de reemplazo: tres hijos por mujer. Y esta tasa tan alta ha crecido ligeramente desde hace quince años, es de los poquísimos sitios en el mundo donde la tasa de fecundidad ha crecido, aunque sea muy ligeramente. Sin embargo, detrás de este número, tres, se esconde una realidad más compleja, debida a una composición demográfica única entre las democracias avanzadas. La población de Israel está dividida en varios grupos étnico-religiosos con tasas de fecundidad muy diferentes. Entre los principales se encuentran los judíos seculares, los judíos religiosos (divididos a su vez en ortodoxos modernos y ultraortodoxos), musulmanes, cristianos y drusos.
De todos ellos, el grupo de mayor tasa de fecundidad es el de los judíos ultraortodoxos, o jaredíes, cuya tasa es de 6,6 hijos por mujer, muy por encima de la media nacional, que como he dicho es de aproximadamente 3, y aún más lejos de la tasa de los judíos seculares (en torno a 2,2). En comparación, los musulmanes en Israel han visto descender su fecundidad a aproximadamente 3,3 hijos por mujer, mientras que los drusos y cristianos tienen tasas similares a la media o por debajo. Pese a las diferencias, conviene destacar que incluso para la población no religiosa las tasas de fecundidad están por encima de la tasa de reemplazo, algo único en el mundo desarrollado.
Estas diferencias en la reproducción están alterando gradualmente la estructura demográfica de Israel. Los judíos ultraortodoxos representaban aproximadamente el 12% de la población en 2020, pero las proyecciones indican que con esta tasa de fecundidad de 6,6 podrían superar el 25% para 2050 y acercarse al 33% a finales de siglo si las tendencias actuales continúan. Este crecimiento está generando profundas implicaciones económicas, políticas y sociales.
Una de las divisiones más profundas en la sociedad israelí es la que separa a los judíos seculares de los judíos religiosos, especialmente los jaredíes o ultraortodoxos. Los seculares valoran una vida moderna, con fuerte orientación científica, participación en el mundo laboral, y en general una visión más liberal del judaísmo. En cambio, los ultraortodoxos están organizados en comunidades estrictamente religiosas, donde los estudios de la Torá y el Talmud constituyen el eje de la vida cotidiana. Existen, por tanto, diferencias profundas en la participación laboral, en el cumplimiento de deberes cívicos (como el servicio militar obligatorio, como veremos) y en la percepción del papel del Estado. Los seculares han empezado a expresar cada vez más quejas hacia lo que consideran una situación injusta.
Antes de la fundación de Israel, en 1947, se firmó un acuerdo, conocido como el “statu quo” entre Ben-Gurion, que sería primer ministro de Israel, y los líderes religiosos. Este pacto establecía la protección de privilegios religiosos: la exención del servicio militar para estudiantes de los centros de estudio religioso, el monopolio de los rabinos ortodoxos sobre matrimonios, y subvenciones públicas para las escuelas religiosas. Se buscaba con el acuerdo mantener la unidad judía en el momento de la fundación del Estado, pero hoy está cada vez más cuestionado por amplios sectores, que ven en él una fuente de privilegios que no se adaptan a una sociedad moderna. El crecimiento de la población ultraortodoxa y su creciente poder político hacen que este statu quo se vuelva más frágil: las concesiones que antes eran excepcionales, de las que se beneficiaba una parte pequeña de la población, ahora afectan a una proporción creciente de la población y a largo plazo comprometen la cohesión y la sostenibilidad del Estado.
El grupo ultraortodoxo es hoy uno de los grandes desafíos de Israel. Como he dicho, no realizan el servicio militar. En muchos casos, los hombres dedican toda su vida adulta al estudio religioso, sin integrarse en el mercado laboral, mientras las mujeres suelen encargarse de dar sustento económico a la familia con empleos de media jornada y salarios bajos. El Estado israelí destina importantes subvenciones a las escuelas religiosas, donde no se enseñan materias científicas ni herramientas prácticas para la economía moderna. Como resultado, la mayoría de los ultraortodoxos no tiene competencias laborales relevantes, y esto que se traduce en bajos niveles de productividad y altas tasas de pobreza dentro del grupo. Esto tiene un impacto directo en la economía nacional, ya que el gasto público aumenta mientras la base impositiva se reduce.
Sin embargo, como decimos, es una población que crece de forma explosiva, lo que lleva también a una creciente representación parlamentaria. Los partidos ultraortodoxos, como Shas (representando a los ultraortodoxos sefardíes) y Judaísmo Unido de la Torá (representando a los ultraortodoxos ashkenazíes), han tenido un papel clave en las coaliciones de gobierno desde los años 90, pero sobre todo su influencia ha aumentado notablemente en la última década. Estos partidos han actuado como “bisagra” entre bloques políticos, ofreciendo su apoyo a cambio de preservar privilegios para los ultraortodoxos: aumento de subvenciones, protección del sistema educativo religioso, y defensa de la exención del servicio militar Así, su poder actualmente es desproporcionado respecto a su tamaño y se espera que aumente aún más a medida que su peso demográfico crezca.
Las implicaciones de este fenómeno es clara: las decisiones estructurales de Israel —desde el gasto público hasta la política exterior— están condicionadas por partidos cuyo electorado no participa plenamente en la vida económica y tiene una vida social aislada. En el video también se habla del efecto de la llegada de inmigrantes rusos o ucranianos, muchos de los cuales en realidad no cumplen los requisitos religiosos para ser judíos. Los partidos religiosos ven su llegada como una amenaza a la "identidad judía" del Estado. Temen que se "diluya" la pureza religiosa del Estado judío. Estos inmigrantes tienden a votar por partidos seculares o de derecha nacionalista no religiosa, que compiten con los partidos religiosos.
Israel se enfrenta a una transformación demográfica profunda. Las diferentes tasas de fecundidad entre los grupos religiosos están modificando no solo la estructura poblacional del país, sino también su economía, su política y su tejido social.
En los próximos episodios, seguiremos explorando en profundidad las causas del declive de la natalidad, las consecuencias económicas y sociales del envejecimiento y las distintas respuestas que se han planteado, desde incentivos a la natalidad hasta reformas en el sistema de pensiones. También veremos casos concretos de países que han intentado revertir esta tendencia y debatiremos el papel de la inmigración en la dinámica demográfica. Si te interesa comprender cómo estos cambios afectarán nuestras vidas y al mundo en el que vivimos, quédate.
Ya sabéis, en las notas de descripción del podcast tenéis la dirección de correo por si queréis escribirme con cualquier comentario o sugerencia.
Nos escuchamos en el próximo episodio de 2,1 hijos. ¡Hasta entonces!